SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS 2025
Jueves 01 / Ene26
Lc 2, 16-21
Santa María, Madre de Dios
Hoy celebramos la fiesta más grande de la Virgen María: Santa María, Madre de Dios, y el Evangelio que hemos escuchado es continuación del que leímos en la Misa del Gallo.
Los ángeles anuncian a los pastores una gran noticia y les dan un signo muy pequeño: “Encontrarán a un niño envuelto en pañales”.
Y los pastores, ¿qué hacen? ¿Se quedan cuidando el rebaño? ¿Se quedan esperando? No. Se ponen en camino.
¿Por qué?
Porque tienen el instinto de los sencillos.
Ellos no buscan al Hijo de Dios en un palacio, rodeado de riquezas, escoltas o grandeza humana. Lo encuentran donde Dios quiso manifestarse: en lo pequeño, en lo humilde, en lo sencillo.
Y aquí viene la pregunta para nosotros: ¿Cuántas veces perdemos la oportunidad de encontrarnos con Dios porque no sabemos verlo en lo sencillo?
Dios se nos manifiesta así:
en un pedacito de pan consagrado,
en una persona necesitada,
en la sonrisa de un niño,
en la belleza de la naturaleza.
Los santos lo entendieron muy bien. San Francisco de Asís, San Juan de la Cruz… este último decía que las flores le hablaban tanto de Dios que les pedía que se callaran.
Dios se manifiesta en lo sencillo, pero solo lo descubre quien tiene corazón sencillo.
Lo vemos también en el Antiguo Testamento con Naamán el sirio, un gran general enfermo de lepra. El profeta Eliseo no le hace un rito espectacular; solo le dice: “Báñate siete veces en el Jordán”.
Naamán se enfurece… hasta que un criado —otro sencillo— le dice:
“Si te hubiera pedido algo grande, lo habrías hecho. ¿Por qué no hacer esto, que es tan sencillo?”
Y al obedecer, queda curado.
Así actúa Dios.
Volvamos al Evangelio.
Los pastores regresan dando gloria a Dios, porque solo vieron a un niño envuelto en pañales… y eso les bastó.
¿Y María?
Dice el Evangelio: “María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”.
Ella también tiene el instinto de los sencillos. No guarda rencores, no guarda lo malo; guarda lo bueno, lo medita, lo rumia, y eso la hace grande.
Y aquí una llamada muy concreta para nosotros:
Muchas veces decimos: “Yo perdono, pero no olvido”.
Y eso, en el fondo, es seguir guardando el veneno en el corazón.
Cuando guardamos el rencor, el que quiso hacernos daño ya ganó.
Cuando perdonamos de verdad, nos liberamos.
María nos enseña a guardar lo que nos hace crecer, no lo que nos empequeñece.
Y ahora, comenzando este año nuevo, lo importante no es cambiar de número en el calendario.
Lo importante es que nuestra vida sea nueva.
Si seguimos con los mismos odios, las mismas heridas abiertas, los mismos rencores, no es un año nuevo: es el mismo año de siempre.
Que este año comience con algo nuevo de verdad:
✓un corazón más sencillo,
✓más limpio,
✓más libre,
✓más capaz de ver a Dios en lo pequeño.
Pidámosle a la Virgen María, Madre de Dios, que nos regale el instinto de los sencillos,
para encontrar a Dios donde Él siempre ha querido estar.
¡Qué así sea y bendecido año nuevo del Señor!