Algo de mi, 25 antes y después.-
Fui bautizado en el pueblo natal de mi querido beato doctor Hernández el 30 de diciembre de 1973. Uno de los orgullos más grandes que guardo, no solo por el Bautismo que es lo más grande que me ha podido ocurrir, sino también por ese lugar tan emblemático para los venezolanos. Me administró el Bautismo el Padre Prudencio Baños que estuvo en Isnotú creo que casi 50 años.
Mi infancia transcurrió entre Maturin y Ciudad Ojeda. En mi infancia recibí la Primera Comunión de manos del santo obispo Mons. Ramirez Salaverría, otro gran orgullo que guardo, por haber recibido por primera vez el Pan de Vida de manos de un Obispo santo.Mi adolescencia casi toda transcurrió en Ciudad Ojeda, allí estudié el bachillerato y allí además empecé a incorporarme en las Parroquias. Los PP. Agustinos, las HH. Agustinas y las Hermanas de la Presentación de Granada, fueron las estrategias que utilizó Dios para encaminarme a la vocación.
En ese tiempo recibí el Sacramento de la Confirmación de manos de un fraile Agustino, Fray Narciso Llamazares, esté en la Gloria del Señor; él y tantos frailes y hermanas que con sus vidas, su testimonio me ayudaron al dar el paso que me ha traído hasta aquí y que me han precedido en el Cielo.
Cuando comencé mi camino vocacional era un niño aún de 16 años. Ahora entiendo a mi papá, tenía más miedo que yo realmente. Pero comencé y con la ayuda de los frailes agustinos fui descubriendo que la Iglesia era inmensa, que no podía reducirla a un espacio, a un carisma, a una misión.
La Iglesia de Jesucristo se me presentó con todos sus retos y desafíos, y eso me hizo enamorarme más de la Iglesia por lo que decidí dar el paso a la vida diocesana.Mons. Joaquín Morón, primer obispo de Valle de la Pascua, en gloria esté, me ayudó a consolidar mi vocación, me aceptó en su estrenada diócesis y me envió a estudiar a los Seminarios de Mérida y Caracas; y allí me mantuve hasta que faltándome dos años para concluir el Seminario tuve una crisis que no fue vocacional, sino una crisis de no saber dónde encajar, de sentirme inquieto y hasta incómodo. Necesitaba salir del Seminario por un tiempo, confiaba que Dios me iba a resolver ese asunto.
Y así fue, Dios resolvió. Mi mamá para ese entonces (hablo del año 1995 aproximadamente) estaba en Maturin, y no se por qué se encontró en el terminal del pasajeros con Monseñor Diego Padrón. Digo que no se por qué, pero Dios si lo sabía. Mi mamá siempre ha sido muy conversadora, y no perdió la oportunidad para decirle a Mons Padrón que ella tenía un hijo seminarista que en ese momento estaba de permiso y que pertenecía a la diócesis de Valle de la Pascua. Monseñor le preguntó: ¿y por qué está por Valle de la Pascua y no por aquí que esta es su tierra?, y le dijo: voy hablar con Mons. Morón.
Y así fue, en menos de un mes ya yo era seminarista de Maturin y ese mismo año escolar reingresé al Seminario Interdiocesano de Caracas como seminarista de Maturin. Cosas de Dios, les confieso que nunca imaginé volver a Maturin; pero Dios si lo quería, y aquí estoy, y estoy feliz en mi diócesis que me vio nacer como sacerdote, en la diócesis en la que por primera vez me senté y por primera vez serví en la Mesa de la Eucaristía. Aquí recibí los dos sacramentos inseparables, el Orden y la Eucaristía.
Con Mons Padrón colaboré en el estrenado Seminario Mayor San Pablo Apóstol, en el desaparecido Seminario Menor, ayudé en la Parroquia San Carlos Borromeo de Uracoa al mejor estilo misionero, allí fueron mis primeras misas parroquiales, allí aprendí a caminar como sacerdote. Hasta qué por fin Monseñor Padrón me hizo párroco, que era lo que más deseaba, de las parroquias de Caripito.
En Caripito me encontró Mons. Enrique Pérez. De Mons Pérez ya yo habia oído hablar cuando viví en Ciudad Ojeda, de hecho no asistí a su ordenación sacerdotal no se por qué razón porque todo el Camino Neocatecumenal de Ciudad Ojeda se fue a ese acontecimiento. Nunca hubiese imaginado que ese cura que ordenaban sería mi obispo veinte y pico de años después y que incluso yo sería el Maestro de Ceremonias de su Ordenación Episcopal en la Catedral de Maturín.
Después de nueve años duros, pero también consoladores de servicio a Caripito llegó el momento de irme a estudiar. De ese modo llegó a mi vida España y el Derecho Canónico. Tres años, de los más hermosos recuerdos. Bendigo a Dios por esos estudios, por los amigos que hice, por los jesuitas de Alcalá dónde viví. Nunca los olvidaré.
A mí regreso Monseñor Enrique me nombra Párroco de Cristo Resucitado, una parroquia de urbe, de movimientos, de esas parroquias en salida que el Papa Francisco nos anima a construir. Pues yo me la conseguí hecha, y de ella aprendí mucho y de ella no me he separado, aunque ahora solo sea un feligrés cualificado como yo le digo al párroco, un feligrés que dice Misa.
Mi salud empezó a deteriorarse !y bendigo a Dios por eso! Mi enfermedad ha sido un momento en mi vida en el que Dios se me ha aparecido y me ha dado la gracia de verlo. Después de la enfermedad quien escribe es otro. Yo no se cuántas veces me he convertido en mi vida, pero después de la enfermedad puedo decir como Pablo: para mí la Vida es Cristo y una ganancia morirme. De eso no tengo dudas, eso lo creo y daría hasta mi vida por esa Verdad, por mi Vida que es Cristo; no por la mía que no vale medio.Lo cierto es que estando de acuerdo con Mons Enrique decido trasladarme a España para estabilizar mi salud y resulta que de allá casi vengo convertido en cenizas. Aprovecho para dar gracias a la Arquidiocesis de Granada por la solicitud que tuvieron conmigo, con mi familia, con mi diócesis.
Lo cierto es que también ahora fuera Feliz en la Eternidad, pero no era lo que Dios quería para mí. Díos dijo Amén sobre mi y aquí estoy, y aquí estoy queriendo responder siempre con mi pobre y escaso amor mío a ese Amén que me sostiene, a ese Amén que es Su Amor inmerecido, que no merezco pero que me ha sostenido siempre.
¿Por qué escribo todo eso? Porque necesito agradecer a Dios haciendo memoria, necesito contar la historia en la que Dios me ha salvado y me está salvando, necesito unirme al canto de la Virgen María y cantar las grandezas del Señor desde mi pequeña y pobre alma; y que este 22 de Mayo con Santa Rita mi madrina de Ordenación, (otro gran orgullo: ordenarme el día de Santa Rita, de esa santa a la que tanto rezaba mi abuela Josefa Antonia, y que siempre me ha asistido con su intercesión ante lo imposible en mi ministerio), ese día me acompañes hacer esa Proclama de mi Alma en la Eucaristía.
Reza por mi, yo lo hago por ti; es mi obligación hacerlo. Nunca olvidaré las primeras Laudes que recé en la Casa de Formación Santa Rita de Casia de Caricuao en Caracas. ¿Saben dónde fueron los Laudes? En los bancos de la entrada de la estación del Metro Zoológico; ¿saben por qué? Porque el maestro, Fray Isidoro de Andrés nos decía: "de ahora en adelante este será el trabajo vuestro, tendrán que levantarse todas las mañanas como ha hecho esta gente que va entrando en el Metro y vosotros rezareís por ellos" Nunca olvidaré esa tarea, ese trabajo; ese es mi sacerdocio que recibí hace 25 años y con el que me quiero ir cielo, también contigo que me lees. !Qué así sea!