MISA DE NOCHEBUENA 2025

Miércoles 24 / Dic
Misa de Nochebuena
Lc 2, 1-14
«Hoy les ha nacido un salvador»

Esta noche tenemos motivos más que sobrados para alegrarnos profundamente: Dios ha venido para quedarse con nosotros. Y eso lo cambia todo.

La Navidad no es solo una fecha bonita del calendario, ni una especie de “día internacional de la alegría”. Así se lo explicamos a los niños pequeños para que entiendan un poquito… y está bien. También decimos que es el cumpleaños de Jesús, y claro que lo es.

Pero esta noche celebramos algo mucho más grande: celebramos el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.
Y cuando decimos “misterio”, no hablamos de algo que no se puede entender. No. Un misterio cristiano es algo de lo que no podemos saberlo todo, pero sí podemos saber mucho. 

Y eso es lo que debe quedarnos claro esta noche: podemos saber mucho de Dios porque Dios así lo ha querido. Dios ha venido a este mundo para entrar en relación con nosotros.

Esta noche quisiera que contempláramos tres atributos de Dios que se revelan de manera especial en la Navidad, porque al descubrirlos también aprendemos cómo entrar en sintonía con Él.

1. Dios es un Dios que dialoga
De Dios no podemos saberlo todo, pero podemos saber mucho. ¿Por qué? Muy sencillo: porque Dios se ha revelado, Dios ha hablado, Dios se ha comunicado con nosotros.
Si Dios no hubiera hablado, podríamos conocer algunas cositas de Él… muy poquitas. 

Pero desde el momento en que Dios se revela, desde el momento en que decide comunicarse, podemos conocerlo de verdad.
Dios nos ha hablado en la Sagrada Escritura. Allí no nos dice una cosa, sino muchísimas. Y con Dios pasa como con las personas: no se puede conocer de verdad a alguien si no se habla con él.

Dios quiere hablar con nosotros. ¿Y dónde lo hace? Principalmente en dos lugares:
en la Palabra de Dios,
y en la oración.
Cuando combinamos Biblia y oración, el Señor siempre tiene algo nuevo que decirnos. Aunque hayamos leído mil veces el mismo Evangelio, la Palabra de Dios tiene una densidad tan grande que siempre nos ofrece algo nuevo, algo personal.

Dios no solo habla en general: quiere hablarle a cada uno, porque cada uno de nosotros es para Dios único e irrepetible. Eso sucede, sobre todo, cuando rezamos.


2. Dios es un Dios cercano
La cumbre de la revelación es esta: Dios nace.
Ya en el Antiguo Testamento Dios hablaba. Pero ahora hace algo todavía más grande: no solo viene a hablarnos, viene a estar con nosotros.

Es un Dios cercano. Un Dios que quiere entablar con cada uno una relación personal, una amistad verdadera.
Hay un detalle muy bonito en el Evangelio: cuando Jesús llama a los primeros discípulos, lo primero no es predicar, sino “estar con Él”. 

Después vendrá el anuncio. Y es lógico: ¿cómo vamos a hablar de Dios si no lo conocemos desde dentro, si no hemos tenido trato con Él?
Decía san Agustín: “Dios es más íntimo a mí que mi propia intimidad”.
La cercanía de Dios es impresionante. Y esta amistad no es solo para el cielo: comienza ya, aquí, ahora.


3. Dios es un Dios humilde
La Navidad es, sobre todo, el misterio de la humildad de Dios.
¿Qué les dicen los ángeles a los pastores?
“Encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”.
Esa es toda la señal.

El acontecimiento es inmenso… la señal es humildísima.
¿Por qué así? Porque nadie se asusta de un niño. Al contrario, nos acercamos, lo miramos, lo abrazamos. Dios se hace pequeño para no dar miedo, para que nadie huya de Él.

Y me atrevo a decir algo más: nadie se asusta de una persona humilde. La humildad siempre abre puertas, siempre genera acogida.

Si queremos entrar en sintonía con Dios, si queremos vivir de verdad la Navidad, aprendamos de estos tres rasgos:
° Ser dialogantes: con Dios, en la oración, y con los demás, anunciando lo que hemos visto y oído.
° Ser cercanos: a Dios en la Eucaristía, en la adoración, y cercanos a los hermanos, especialmente a los más necesitados, porque ahí también está Dios.
° Ser humildes, porque la soberbia y Dios no caminan juntos. Solo el humilde puede acoger el misterio de la Encarnación.

El Evangelio nos recuerda el contexto del nacimiento de Jesús: un censo ordenado por el emperador. Mientras el poderoso cuenta y controla, Dios entra en el mundo casi a escondidas. Mientras el que manda quiere hacerse grande en la historia, Dios se hace pequeño para salvarla.

Que el Señor nos conceda esta noche la luz para comprender y acoger este misterio, y que el Niño Dios nazca también en nuestro corazón.
Amén. Aleluya! 

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