III DOMINGO DE ADVIENTO -Ciclo A-

Domingo 14 / Dic
Mt 11, 2-11
«¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?»

Hay escenas del Evangelio que parecen escritas para esos días en los que uno no está del todo seguro de nada. Hoy tenemos una de esas escenas.

Juan el Bautista, el profeta fuerte, el hombre del desierto… está encerrado en una cárcel, lejos del río Jordán, lejos de la libertad que amaba. Y en ese silencio pesado, empiezan a aparecer las preguntas. Él, que había señalado a Jesús con tanta seguridad, ahora envía a sus discípulos con una pregunta que casi suena a susurro:

“¿Eres tú… o tenemos que esperar a otro?”
Ese es Juan. Santo, sí. Firme, sí. Pero profundamente humano.

Y Jesús recibe esa pregunta. Uno espera quizás que Jesús diga:
—Claro que soy yo, dile que se quede tranquilo.

Pero Jesús responde de otra manera, casi invitando a Juan a mirar más que a escuchar:
“Vayan y cuéntenle  lo que están  viendo y oyendo…”

Y empieza la lista:
los ciegos ven, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia la mejor Noticia que han oído en su vida.

Es como si Jesús dijera:
—Juan, mira la vida, mira las señales… ahí me encontrarás.

Y en esa respuesta tan sencilla, hay tres luces que nos vienen muy bien en este Adviento.

1. Jesús nos enseña a volver a la Palabra
Lo primero que llama la atención es que Jesús no inventa nada nuevo.
No dice: “Estas son mis credenciales”.
No dice: “Yo soy el Mesías porque lo digo yo”.

Jesús vuelve a Isaías. Vuelve a la Palabra de siempre, a lo que estaba escrito antes de que Él naciera.

Es como cuando uno encuentra una luz antigua en un libro que ya había leído, pero que de pronto habla justo a la vida que uno está llevando.

La Palabra de Dios hace eso:
te prepara, te orienta, te da un lenguaje para interpretar por dónde va Dios caminando en tu vida.

Sin Palabra, todo parece confuso.
Con Palabra, todo encuentra un hilo.

Por eso Jesús se apoya en Isaías: porque la Escritura es como un mapa que te enseña a reconocer al Señor cuando pasa cerca.

2. Jesús demuestra quién es con obras, no con discursos
Pero Jesús no se queda en la teoría.
Dice: “Cuéntenle lo que están viendo”.
Mt 11, 2-11 • ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?
Y lo que se ve… es impresionante: gente que recupera la vida, gente que vuelve a caminar, gente que recupera la dignidad. Nadie sale igual después de encontrarse con Él.

Y uno piensa: qué distinto es Jesús de tantas voces que escuchamos hoy.
Promesas políticas con letra pequeña…
publicidad que vende felicidad en cuotas…
mensajes que suenan bonitos, pero que no tienen sustancia.

Jesús no hace eso.
Jesús obra.
Jesús toca la vida.
Jesús cura, levanta, perdona, consuela.

Y eso nos toca directamente:
nuestra fe se vuelve creíble cuando nuestra vida hace eco de lo que predicamos.

San Pablo VI lo dijo maravillosamente: “El mundo necesita más testigos que maestros.”
Y cuánta razón tenía…
La gente nos observa más de lo que creemos.
Sabe si nuestro evangelio es de boca… o de vida.
Y eso también predica.

3. Y sin embargo… Jesús también habla. 
Las palabras también importan
Aquí viene el equilibrio.
Porque uno podría decir:
—Bueno, entonces lo importante es hacer, y ya.
—No hace falta hablar, mientras yo sea buena persona.

Pero Jesús sí habló.
Habló muchísimo.
Explicó parábolas, enseñó a orar, anunció el Reino, consoló con palabras.

Sin palabras, ¿cómo habría dicho que Dios es Padre?
Sin palabras, ¿cómo habría explicado el perdón?
Sin palabras, ¿cómo habríamos sabido que existe un cielo?

Jesús hace milagros, sí… pero muchas veces explica por qué los hace.
Aquel día del paralítico, por ejemplo, antes del milagro dice: “Para que vean…”
Para que entiendan quién soy.

Jesús une las dos cosas: obras que hablan y palabras que iluminan.
Y ese es nuestro desafío también.
Vivir de tal manera que la gente vea el Evangelio…
y hablar de tal manera que lo entienda.

Hoy Jesús responde a Juan… y nos responde a todos.
Nos invita a mirar sus obras, a escuchar su Palabra, y a unir ambas cosas en nuestra vida.

En este domingo de la Alegría, el Gaudete, Jesús nos recuerda que Él sigue haciendo ver al ciego, caminar al cojo, respirar al herido…
pero también sigue hablando, consolando, enseñando.

Pidámosle un corazón que se abra a la Palabra,
unas manos que hagan obras de misericordia, y unos labios que sepan anunciar, con humildad y con gozo, que el Señor está cerca. ¡Maranatha! 

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