II DOMINGO DE ADVIENTO -Ciclo A-

Domingo 07 / Dic
Mt 3 1-12
Preparen el camino del Señor 

En este segundo domingo de Adviento aparece en el Evangelio una figura que siempre nos sorprende: Juan el Bautista, el hombre del desierto, la voz que despierta a un pueblo que corre el riesgo de dormirse en una falsa seguridad. Su mensaje es claro, directo, sin rodeos:
«Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos» (Mt 3,2).

Juan no anunciaba teorías; anunciaba una Presencia. El Reino no es una idea, es Alguien que viene, es Dios que se acerca, que se mete en nuestra historia, en nuestra vida concreta. Por eso Juan despierta, sacude, llama a revisar el corazón para que no nos pase lo peor que nos puede pasar en Adviento: que Jesús llegue… y que no encuentre sitio en nosotros.

El Bautista nos recuerda que nadie tiene asegurada la conversión
A los fariseos y saduceos les dice: «Den frutos dignos de conversión».
También nosotros podemos caer en esa tentación:
– pensar que porque somos creyentes ya está todo hecho,
– que porque venimos a Misa o cumplimos costumbres religiosas, ya no necesitamos cambiar.

Pero la fe no es un carnet, es un camino vivo; y el Adviento es la oportunidad para preguntarnos:
¿Qué fruto quiere Dios de mí este año? ¿En qué tengo que dar un paso?

El Reino está cerca… ya está entre nosotros.
Juan anuncia que el Reino viene. Jesús dirá: «El Reino está en medio de ustedes».
No tenemos que esperar al futuro: Dios ya está actuando ahora, en lo pequeño, en lo escondido, en los gestos de amor, de reconciliación, de paz. El Reino comienza cuando dejamos entrar a Cristo en nuestras decisiones, cuando su luz toca nuestras sombras.

Convertirse es caminar, no caer en los ídolos.
Convertirse no es un acto puntual, es dar un paso cada día.
Y Juan nos advierte contra los falsos caminos que nos prometen felicidad pero nos vacían por dentro:

- el éxito a cualquier precio,

- el poder sobre otros,

- el dinero que ocupa el corazón,

- el placer buscado como fin en sí mismo.


Jesús no quita libertad; nos libera de lo que nos roba la alegría verdadera.
Allanamos los senderos cuando dejamos actuar la gracia
¿Y cómo preparar el camino del Señor?
• Revisando la conciencia, dejando que la Verdad nos ilumine.
• Superando lo que nos esclaviza.
• Volviendo al sacramento de la Reconciliación, donde experimentamos que el amor de Dios es siempre más grande que nuestro pecado.
La confesión no es un juicio frío; es un encuentro con el Padre que nos abraza y nos dice: «Vuelve a casa, todavía es tiempo».

María nos enseña el camino.
Ella, la mujer del Adviento, nos muestra que preparar el corazón es dejarse amar por Dios y abrirle espacio. Que Ella nos ayude a acoger al que viene pequeño, humilde, como semilla de un Reino que transforma todo desde dentro.

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GRACIAS VIRGEN DE LA CABEZA