FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA 2025

Entre las fiestas que celebramos en este tiempo de Navidad, una de las más hermosas y significativas es la fiesta de la Sagrada Familia.
Jesús ha querido hacerse semejante a nosotros en todo, incluso en la manera de venir a este mundo: naciendo y creciendo en una familia.

Hoy quisiera compartir dos ideas sencillas pero muy importantes sobre la familia cristiana.

1. Jesús ha santificado la familia
Jesús no cayó del cielo como una aparición espectacular.
Vino como venimos todos nosotros: nació de una madre, fue cuidado por un padre, creció en un hogar.

Al vivir en una familia, Jesús santificó la familia.
Y no solo con su ejemplo, sino también elevándola a la dignidad de sacramento a través del sacramento del matrimonio.

Muchas veces ponemos toda la importancia en el día de la boda, y claro que es un día hermoso y fundamental.
Pero el sacramento del matrimonio no es solo para un momento, sino para toda la vida. Es un cauce permanente de gracia.

Por medio de este sacramento, el Señor derrama cada día su gracia para que los esposos se amen más y mejor: con un amor más limpio, más fiel, más entregado, más paciente, más generoso.

Pero esta gracia no se queda solo en el esposo y la esposa.
Esa gracia alcanza también a los hijos.
La bendición de Dios sobre el matrimonio se convierte en una fuente de gracia para toda la familia.

¡Qué grande es esto!
El amor humano entre un hombre y una mujer, que ha existido desde siempre, Dios lo bendice y lo santifica con un sacramento.
Por eso podemos decir con alegría que Jesús ha santificado la familia, y que en medio de nuestras casas Dios actúa, sostiene y bendice.

2. La familia es la escuela del amor
La segunda idea es esta: la familia es la escuela del amor.
El papa San Juan XXIII, un hombre sencillo y muy cercano, escribió una carta preciosa a sus padres cuando cumplió 50 años. En ella decía algo impresionante:
“He leído muchos libros y he aprendido muchas cosas que ustedes no pudieron enseñarme.
Pero lo poco que aprendí de ustedes en casa es ahora lo más precioso e importante; es lo que sostiene y da sentido a todo lo demás”.

Un Papa, un hombre culto y sabio, reconoce que lo más importante lo aprendió en su casa.
Y es que en la familia aprendemos a vivir y aprendemos a amar.
La familia es la escuela donde se aprende el amor gratuito, el amor desinteresado, el amor que se parece más al amor de Dios.

El amor de los padres —aunque no sea perfecto— es el amor humano que más se acerca al amor de Dios: un amor que da sin esperar nada a cambio.
En la familia uno se siente amado, pero también aprende a amar: a compartir, a servir, a respetar, a agradecer, a perdonar.
Ahí se aprenden los valores que nos acompañan toda la vida, incluso cuando nuestros padres ya no están.
Eso que ellos nos sembraron permanece en nosotros.

Por eso, si el amor no se aprende en la familia, difícilmente se aprende después.
Qué gran responsabilidad y qué hermosa misión tienen los padres, sobre todo los padres jóvenes: educar, transmitir la fe, enseñar a amar.

Hoy damos gracias a Dios por el don de la familia.
Porque Jesús la ha santificado con su presencia y con un sacramento, y porque en ella aprendemos lo más importante de la vida: amar y dejarnos amar.
Pidamos al Señor que bendiga nuestras familias,
que las fortalezca,
y que en cada hogar reine el amor, la fe y la paz.
Muchas gracias, Señor, por el don de la familia, bendícelas.

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