SOLEMNIDAD DE CRISTO REY -Ciclo C-
Domingo 23 / Dic
Lc 23, 35-43
«Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino»
Hoy la Iglesia entera se detiene para proclamar con alegría: ¡Cristo es nuestro Rey! No un rey como los de este mundo, sino —como dice el prefacio— Rey de la verdad y de la vida, de la santidad y de la gracia, de la justicia, del amor y de la paz.
1. Una fiesta reciente, un contenido eterno
Aunque la fiesta fue instituida hace apenas un siglo por Pío XI, su verdad es tan antigua como la fe misma. Desde los primeros mártires cristianos, la Iglesia proclamaba: «Jesús es el Señor», poniéndolo por encima de cualquier poder humano.
Incluso en tiempos recientes, como en la persecución mexicana, muchos murieron confesando: «¡Viva Cristo Rey!».
2. Cristo reina… desde la Cruz
El Evangelio de hoy nos sorprende: el lugar donde Cristo aparece proclamado Rey no es un trono, sino el Calvario. Sobre su cabeza está escrito: «Éste es el Rey de los judíos».
Muchos esperan que se salve a sí mismo para demostrar su poder. Pero Jesús se revela Rey salvando no su propia vida, sino la de un malhechor:
«Hoy estarás conmigo en el Paraíso».
Así es Cristo Rey:
no domina, sirve;
no exige, se entrega;
no se impone, salva.
3. La verdadera pregunta: ¿Reina Cristo en mí?
Hoy no basta preguntarnos si Cristo reina en el mundo.
La pregunta decisiva es:
¿Reina Cristo en mi corazón, en mis decisiones, en mis prioridades?
San Pablo dice que solo hay dos modos de vivir:
vivir para uno mismo, o
vivir para el Señor.
Vivir “para sí mismo” es poner el yo en el centro, como si todo girara alrededor de mis gustos, mis intereses y mis planes.
Vivir “para el Señor” es hacer la revolución copernicana del alma:
Cristo en el centro, yo girando en torno a Él;
Cristo iluminando, yo recibiendo luz;
Cristo reinando, yo sirviendo.
4. Cuando Cristo reina, incluso la muerte cambia de sentido
Para quien vive en Cristo, la muerte deja de ser derrota.
Pablo lo dice: «Si vivimos, vivimos para el Señor; si morimos, morimos para el Señor».
La verdadera muerte no es física: consiste en vivir encerrado en uno mismo.
La verdadera vida es Cristo reinando en nosotros.
5. Cristo quiere reinar en cada miembro de su Cuerpo
Orígenes decía algo hermoso:
«Cristo no quiere presentarse al Padre sin ninguno de los miembros de su Cuerpo».
Él no se resigna a perderte.
Tu entrega personal adelanta —misteriosamente— el día en que Dios será “todo en todos”.
6. La Eucaristía: lugar donde Cristo Reina
En cada misa, Cristo se ofrece al Padre y nos lleva con Él.
Aquí podemos entregar nuestra vida al Rey,
dejar que Él reine sobre nuestras sombras, nuestras heridas y decisiones.
Abandonarnos en Cristo es como un riachuelo que se entrega al río grande: desde ese momento es el río quien lo lleva hasta el mar.
7. Acuérdate de mi...
Hoy, al terminar el año litúrgico, dejemos que esta súplica del buen ladrón sea también la nuestra:
«Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino».
Y que Él nos responda —si lo dejamos reinar en nuestro corazón—: «Hoy estarás conmigo».
A Cristo Rey la gloria, el honor y el poder por los siglos. Amén.