DOMINGO XXVII -Ciclo C-
Domingo 05 / Oct
Lc 17, 5-10
«Si tuvieras fe...»
Chesterton*, aquel escritor inglés del siglo XX convertido al catolicismo, contaba que en la Iglesia encontró la verdad de su vida: descubrió que lo suyo no era perfecto, pero tampoco un desastre; que con lo que tenía podía ser feliz, porque la Iglesia enseña a agradecer los dones recibidos.
El Evangelio de hoy nos invita precisamente a redescubrir el agradecimiento. Jesús habla de la actitud del siervo que cumple con su deber y reconoce que todo es gracia.
El problema de nuestro tiempo es que hemos convertido todo en un derecho. Y los derechos no se agradecen, se exigen. En cambio, los dones —lo que recibimos sin merecer— se agradecen. Y el creyente sabe que el último donante siempre es Dios, que obra a través de las personas.
Cuando todo lo transformamos en derecho, matamos el sentido del deber y también el agradecimiento. Y lo que queda es una sociedad de insatisfacción: una lista interminable de quejas. Terminamos siendo víctimas de todo y de todos: del gobierno, de la familia, del jefe, de los amigos, del vecino… Siempre agraviados, siempre amargados.
Claro que hay sufrimientos reales, nadie lo niega. Pero junto a ellos hay también muchos motivos de gratitud. Tal vez antes gozabas de mejor salud o mayor agilidad, y hoy te cuesta más moverte; aun así, agradece lo que tuviste, porque eso también fue un don.
El primer deber es el agradecimiento. Debo agradecer a mis padres, a quienes me ayudaron en la vida, incluso a los que ya no están, rezando por ellos. Y sobre todo debo agradecer a Dios, de quien procede todo lo que soy y lo que tengo.
Desde el agradecimiento brotan también los verdaderos deberes: hacia la patria, la familia, los hijos, los padres, el cónyuge. Y aprendemos a distinguir entre pedir y exigir. El perdón, por ejemplo, no se exige: se pide como don. La Eucaristía tampoco es un derecho, sino un regalo que Dios nos concede bajo una condición: recibirla en gracia.
Cuando ponemos las cosas en su sitio, entendemos que la felicidad no pasa por acumular derechos ni por tener todo lo que deseamos, sino por vivir en el amor. Y el amor verdadero siempre es agradecido.
Demos gracias, pues, por todo lo recibido y sobre todo porque Dios nos ama y nos perdona. Allí comienza el camino de la verdadera felicidad.
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* Chesterton (1874-1936) , gran escritor inglés del siglo XX, buscó siempre la verdad con la razón y el corazón. Descubrió que solo en la Iglesia católica encontraba una visión completa del hombre: capaz de reconocer lo bueno que tenemos, pero también nuestra debilidad y necesidad de redención. Se convirtió al catolicismo en 1922, convencido de que la fe católica no era una evasión, sino la explicación más realista y gozosa de la vida.