HOMILIA EN XVII ANIVERSARIO DE ORDENADO SACERDOTAL DEL P. SAMAEL GAMBOA.
El Evangelio de hoy (Lc 14,25-33) nos sorprende con palabras fuertes de Jesús:
«El que no pospone a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo».
De entrada, parecen palabras duras, casi imposibles de aceptar. ¿Cómo pedirnos que “odiar” a la familia o renunciar a todo? Para entenderlo bien, hay que recordar que en el lenguaje bíblico “odiar” significa “amar menos”, no significa lo que para nosotros es sentir rabia por alguien; es decir, es poner a Cristo en el primer lugar, por encima de todo y de todos.
Pero importante, Jesús no nos quita el amor a la familia, al contrario: lo purifica, lo ordena, lo sostiene.
Lo que Jesús pide es radical: no quiere un amor compartido, a medias, condicionado. Quiere un amor absoluto, porque Él mismo nos ha amado así.
San Benito lo expresó con un lema claro: “No anteponer nada al amor de Cristo”.
Jesús pide todo, pero no porque sea un tirano o un dictador totalitarista, sino porque Él mismo lo dio todo primero: “Cristo nos amó y se entregó por nosotros” (Ef 5,2). Su amor no es una broma, es serio, es radical, es eterno.
Por eso, Jesús nos pone ejemplos muy concretos: el que construye una torre o el rey que va a la guerra. Ambos antes de actuar se sientan a calcular. Es decir: seguir a Jesús no es cuestión de entusiasmo pasajero o de religiosidad superficial.
Eso padre Samael lo has experimentado muy bien, estos diecisiete años de ministerio que hoy celebramos nos lo recuerdan: no fue un estusiasmo pasajero tu vocación.
Ha sido una decisión seria, que ha comprometido toda tu vida. Porque no basta con que la fe sea un pequeño rincón en nuestra existencia, al lado del trabajo, el dinero, los hobbies o los afectos.
La fe no es un “adorno”: es el corazón mismo de la vida; y eso vale para todos los bautizados sean o no sacerdotes o consagrados.
Además, Jesús nos recuerda que ser discípulo suyo implica cargar con la cruz. No se trata de buscar sufrimientos, sino de aceptar la vida con sus pruebas y vivirlas con amor y confianza en Dios. Como decía un gran espiritual, autor de la Imitación de Cristo: “Quien busca a Jesús sin la cruz encontrará la cruz sin Jesús”. ¿Y para qué nos sirve una cruz sin Jesús que es el que nos ayuda y sostiene?
Eso es lo que significa cargar con la cruz cada día: no tanto buscar sufrimientos, sino abrazar con amor las exigencias que la vida nos presenta, uniéndolas a Cristo.
Padre Samael, Cristo no ilusiona, no engaña y eso es verdad, nos habló de la cruz para su seguimiento con toda su crudeza, sin maquillajes; pero Cristo tampoco desilusiona, tampoco nos llama al fracaso y a la frustración.
Lo que nos propone Jesús no es una carga imposible, sino el camino hacia la libertad. Cuando ponemos a Cristo en primer lugar, todo lo demás encuentra su lugar:
La familia, lejos de perder valor, se convierte en un tesoro vivido desde el amor de Dios.
Los bienes materiales, lejos de ser un peso, se transforman en instrumentos para compartir.
La cruz, lejos de ser un castigo, se vuelve fuente de gracia y salvación.
Queridos hermanos, hoy damos gracias a Dios por los años de ministerio sacerdotal de nuestro hermano el P. Samael. El sacerdocio es un don gratuito, no un mérito humano. Como dice Jesús: “No son ustedes los que me eligieron, soy Yo quien los elegí” (Jn 15,16).
Un aniversario es momento de memoria y gratitud. Recordamos aquel primer “sí” lleno de entusiasmo, y reconocemos que en cada etapa de la vida sacerdotal ha estado la fidelidad de Dios, sosteniendo y renovando la entrega. Yo fui testigo, desde el Seminario, de ese primer si por eso tu alegría hoy también es mía.
Padre Samael ha sido ministro de la Palabra, del Altar y de la Caridad: anunciando el Evangelio, celebrando la Eucaristía y sirviendo con amor al pueblo de Dios. Detrás de cada bautismo, cada absolución, cada misa y cada gesto de consuelo, de caridad, está Cristo mismo, actuando a través de sus manos y de su corazón.
El día de hoy, 07 de septiembre de 2025, pasará en la historia de este siglo como el día en que la Iglesia nos recordó que la santidad es posible, con la canonización de Carlos Acutis y Pier Giorgio Frassati, de estos jóvenes enamorados de Cristo, enamorados de su proyecto, que se dejaron contagiar por la santidad que Cristo enseñaba en sus parábolas, esa santidad que es la configuración del hombre nuevo, redimido y alimentado en el cuerpo y la sangre de Cristo. Qué San Carlos y San Pier Giorgio intercedan por nosotros. Qué nos recuerden siempre que es posible ser santos.
Querido hermano, hoy la Iglesia te dice gracias: gracias por tu entrega, gracias por tu fidelidad. Pedimos al Señor que renueve en ti la alegría de tu primera misa y que María, Madre de los sacerdotes, te acompañe siempre en este camino de servicio, que los nuevos santos te hagan enamorar cada día más de tu Señor. Amén, Amén, Amén.