DOMINGO XVIII -Ciclo C-

Domingo 03 / Ago
Lc 12, 13-21
«¿De quién será lo que has preparado?»

El Evangelio de hoy es un claro alegato del Señor contra la codicia. Pero no contra la inteligencia, no contra la previción.

Jesús no está condenando el hecho de que este hombre rico quiera ampliar sus graneros para almacenar esa cosecha y evitar que se echen a perder los granos.

El problema de este hombre es que pensaba solo en si mismo. El no dice: alma mía tienes muchos bienes almacenados para muchos años, guarda un poco para ti para los tuyos y para los que menos tienen, para los pobres. 

Eso es lo que critica Jesús, Jesús no está criticando el que sea rico, el que sea previsor, el que haya pensado en su futuro o en el futuro de los suyos. Jesús lo que critica es su codicia que lo ha llevado a no compartir lo que tiene, ni siquiera en el caso de excedencia de haber hecho un buen negocio con aquellos que no tienen nada. 

Tendríamos que meternos esto en la cabeza, y en el corazón: el día que te mueras solo te llevarás lo que hayas dado, no te llevarás lo que hayas guardado, solo lo que hayas dado. Solo aquello de lo que te hayas desprendido, solo aquello que haya sido una prueba de tu amor y de tu generosidad.

Porque el día que te mueras a lo mejor serás el más rico del cementerio, pero ese día te enfrentarás al juicio de Dios que te dirá: tuve hambre, ¿me has dado de comer? Esto no es una broma. Claro el que no tiene fe banquetea como el hombre de la parábola, pero a ese también le juzgarán. No crean los que no tienen fe que no serán juzgados. 

Pero si tenemos fe, si somos conscientes de que habrá vida después de está vida, de que habrá un juicio, incluso en vista a ese juicio tendría que motivarme a invertir también para esa vida, tendría que hacer también mis cálculos así como los hago para ser precavido. 

Si se que me van a juzgar, si se que me van a examinar por la caridad que he tenido, entonces eso no puede caerme de sorpresa. Es como cuando íbamos a exámenes y ya sabíamos las preguntas del examen. El que no aprobó fue porque no quiso, o por pura desidia. 

Los pobres serán tus abogados defensores en ese juicio. Ellos dirán: el me dió de comer, el me ayudó a estudiar, a mí me ayudó con mi familia porque estaba necesitado y no tenía trabajo. Claro que nosotros no tenemos que hacerlo solo por el miedo al juicio, pero también el miedo al juicio tiene que intervenir. 

Tenemos que hacerlo por agradecimiento a Dios. Esa magnífica cosecha que este hombre tuvo fue por pura intervención de Dios. Fue don de Dios, por supuesto que con su intervención, con su destreza, pero permitido por Dios. Tienes que tener agradecimiento a Dios y es por agradecimiento que soy generoso, que tienes que dar limosna, que tienes que compartir; y también por interés tienes que ser agradecido, porque algún día serás juzgado en función no de lo que dejaste almacenado, sino de lo que diste.

Qué El Señor rico en misericordia y en generosidad obtenga de nosotros la gratitud de la limosna y obtenga también de nosotros, aunque no sea más que por interés, la previsión de ayudar a los pobres porque algún día seremos juzgados por esa caridad, por ese amor que hayamos tenido por ellos. ¡Qué así sea!




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