DOMINGO XVI -Ciclo C-
Lc 10, 38-42
«María ha escogido la mejor parte»
El domingo pasado escuchábamos el relato de la parábola del Buen Samaritano, y terminaba el relato con las palabras de Cristo: "Anda y haz tu lo mismo". Cristo nos invitaba a hacernos prójimo, a ser portadores de su Misericordioso con el que más sufre, a amar a Dios en el prójimo con nuestras obras.
El evangelio de hoy es la continuación inmediata de ese evangelio. Y esta hermosa escena doméstica que se nos relata entre cocinas y demás oficios del hogar, puede resultar contradictorio con el de la semana pasada, pero no es así. Jesús no nos está diciendo que tengamos que hacer obras de caridad y misericordia en detrimento de la oración, de la escucha de la Palabra, de la participación en la Eucaristía. Por el contrario, no está diciendo que esa es la mejor parte.
Para Jesús lo primero, lo importante, lo fundamental es el Reino de Dios y su justicia. Él ha dicho: «Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se les darán por añadidura» (Mt 6,33). Ese Reino es el tesoro escondido, la dracma recuperada.
Por eso María de Betania ha escogido la única cosa necesaria y esto es escuchar a Jesús, eso es apostar por el Reino que anunció.
Pero siempre habrá quién diga que lo importante es la oración y habrá quién diga que lo importante es el servicio. El Señor no le está diciendo a Marta que no debe hacer un acto de servicio y de generosidad. Muy agradecido estaría Jesús de ese hospedaje que le daban a Él y a sus discípulos. Pero si le dice que antes que servir hay que rezar y luego hay que rezar. Ni rezar sin servir ni servir sin rezar. La oración para el cristiano es como la raíz para el árbol. Sin la raíz el árbol no es árbol, no puede haber frutos. «Ora et Labora», esa es la espiritualidad de los monjes y monjas benedictina que impulsó la cultura europea.
Caigamos en la cuenta de que Jesús no le echa en cara a Marta servir. Ciertamente, no; porque él mismo ha dicho haber venido «para servir» (Mt 20,29). Pero si podemos observar algunos rasgos sobre el actuar de Marta.
Ella está «inquieta y nerviosa»: literalmente «agobiada», distraída; Marta sencillamente no se ocupa del servicio sino que se preocupa; por ello, «se agita». Está nerviosa, no está en paz. Jesús no desaprueba en Marta la actividad, sino el activismo. Ella es signo del hombre de hoy que no reza, que se sumerge en un jardín de activismo sin raíz, sin Dios, signo de muchos hermanos nuestros que creen que la Iglesia es una ONG al servicio de los pobres.
Una y otra vocación son hermosas, las dos hermanas son santas. Pero es verdad que tanto una como otra tienen el propio riesgo del que cuidarse: las personas activas, de la disipación y del ansia; las personas contemplativas, de la pereza y el descanso. Es necesario tener el corazón de María y las manos de Marta. ¡Qué así sea!