PENTECOSTÉS 2025

Domingo 08 / Jun
PENTECOSTÉS
Jn 20, 19-23

Estamos celebrando la solemnidad de Pentecostés, el día en que los Apóstoles reunidos en el cenáculo en torno a la Virgen María, aún escondidos y con miedo, y con las puertas cerradas, recibieron la efusión del Espíritu Santo.

San Juan Pablo II decía que el Espíritu Santo es el Dios desconocido. Afortunadamente, y por soplo del mismo Espíritu, hay en la Iglesia una corriente que ha tenido una relación particular e intensa con el Espíritu Santo y que ha permitido que ese Amor y esa Presencia del Espíritu Santo se mantenga en la inmensa mayoría de los católicos. 

Creemos en un solo Dios, Tres Personas distintas en la Trinidad; y aunque todo lo hace un único Dios, lo hace a través de cada una de las Tres Divinas Personas. 

Así decimos que Dios crea a través del Padre, redime y salva a través del Hijo y santifica a través del Espíritu Santo. 
De este modo, el Padre es Creador, el Hijo es Salvador y el Espíritu ¿qué sería entonces? Tenemos esa imprecisión en nuestro lenguaje porque el Espíritu Santo es Santo, sí; pero es también santificador y ese es su mayor atributo, pero no es el único. 

El Señor Jesús, que es el que nos lo envía, nos lo presentó también como el Espíritu Paráclito (que significa Consolador o Defensor) Por lo tanto, también la Misión del Espíritu Santo es santificar y consolar y defender, pero hay algo más. 

También Nuestro Señor Jesucristo nos dijo que el Espíritu Santo es el Espíritu de la Verdad. 

Busquemos la ayuda del Espíritu Santo. Nos quiere ayudar a santificarnos. Santo es ser perfecto, pero perfecto es algo a lo que debemos aspirar y estamos muy lejos de conseguirlo. La única criatura humana en alcanzar la perfección fue la Santísima Virgen que no conoció el pecado. 

Pero santo es también el que quiere acercarse a esa santidad, el que lucha, el que colabora con la gracia para acercarse a la santidad. Dicho de otro modo, aquel que quiere amar porque la plenitud de la santidad es la plenitud del Amor. El santo es aquel que camina, tropieza, a veces cae, se levanta, pide perdón y sigue luchando porque quiere amar. 

Por eso lo primero que tenemos que pedirle al Espíritu Santo es que nos llene de Amor, del fuego de su Amor, del deseo de amar a Dios. 

Y esto vale para todos en la Iglesia. Pídele al Espíritu Santo que te de Amor, Amor a Dios. Así lo decimos en la oración: "enciende en nuestros corazones el fuego de tu amor".

Amar y hacer amar al Amor, debe ser nuestro propósito diario en la vida. Motivarnos y motivar a los que están cerca de nosotros a amar a Dios. 

También el Espíritu Santo nos trae consuelo, El es el Consolador. Nos devuelve la esperanza perdida para no rendirnos.

Y también porque es el Espíritu de la Verdad nos regala sabiduría, luz para no dejarnos confundir en las tinieblas del mundo, para que no nos dejemos atrastrar de la opinión de la mayoría, para que no me deje convencer por argumentos que se difunden en contra de la Verdad plena que es Cristo.

El Espíritu Santo es el dador de Vida, El quiere penetrar en nuestros corazones para encender el fuego del Amor de Dios, quiere consolarnos en esas horas de fatiga, de angustia, de miedo, de incertidumbres; quiere iluminar también nuestras mentes para que nos ahdiramos a la Verdad plena que nos enseñó Jesucristo y que el Espíritu Santo sigue enseñando a través de los siglos en la Tradición de la Iglesia.

Espíritu Ven, Espíritu Santificador Ven. Enciende mi corazón del fuego de tu Amor. ¡Qué así sea!  

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