V DOMINGO DE PASCUA -Ciclo C-
Jn 13, 31-35
Amar a imitación de Jesús.-
El evangelio de hoy es la promulgación que Jesus hace del mandamiento nuevo, del mandamiento del amor a imitación suya. No significa eso que en los diez mandamiento el amor no esté presente, claro que lo está, lo que Jesús ahora nos pide es que nos amenos como Él nos ha amado, no de cualquier modo, sino al modo de Jesús.
Aquí entramos en lo que nos está tocando vivir hoy: en las rebajas de los mandamientos, en las pocas exigencias que le hemos puesto al amor. En el ámbito de esas rebajas morales que nos ha tocado vivir, es en la moral sexual donde más se ha puesto el énfasis. Pide menos; pide menos a los jóvenes mucho menos de lo que se pedía antes, como si los adolescentes de antes no tuvieron tentaciones o eran unos ángeles que ni sentían ni padecían.
Pide menos y vendrán a la Iglesia: que tengan relaciones prematrimoniales, que puedan irse a vivir juntos y se sigan llamando novios, que vayan a la Iglesia cuando quieran y cuando puedan, y comulgar cuando quieran; que practiquen el poliamor (lo que antes se llamaba adulterio), etcetera. Muchos con el afán de querer llenar las iglesias quedan rendidos ante esa moralidad que viene de ideologías obscuras y perversas, no viene de Dios.
Y no solo en el ámbito de lo sexual, también en la vida misma. Del aborto hay gente que no quiere ni oír ni hablar, les fastidia que se hable de eso y también creen que eso es una cuestión en la que cada mujer debe decidir, creen que la vida es un derecho de la mujer, no un regalo de Dios. A eso le sumamos los desastres de la eutanasia, el miedo a sufrir, no a morir; como si después de la muerte no es posible no seguir sufriendo y sufriendo para siempre en el infierno.
Y eso no es nuevo. Eso viene gestándose hace siglos. Fue lo que hizo el rey Enrique VIII con su reino de Inglaterra, romper con la comunión con el Papa porque se encaprichó con una mujer y le exigía la nulidad matrimonial para volverse a casar.
Y todas esas iglesias históricas protestantes cada día están más vacías, y todas ellas se han acoplado a las exigencias de esa agenda de las rebajas. Aquí vemos aún sectas que pueden llenar un galpón porque también venden un evangelio de inversión, en el que siembras para un carro, para una casa, para una empresa, pero no para el cielo. Esas sectas que son más lavadoras de dólares que otra cosa y que también tienen sus días contados.
Cuando el Señor dice que tenemos que amar, y amar como Él, es decir, incluida la cruz que es un elemento esencial del amor, o dicho de otro modo, el sacrificio; no hacer solo lo que te pida el cuerpo. Cuando el Señor nos dice eso, no nos lo dice para fastidiarnos, si nos da normas morales no lo hace porque sea un aguafiestas, nos las da para nuestro bien, porque solo el amor te hace feliz.
Cuando nos dicen ahora que nada de eso vale es porque en el fondo lo que pretenden es que cada quien haga con su cuerpo lo que le venga en gana. La idolatría al cuerpo es la nueva religión. Paradójicamente esas iglesias de la tolerancia absoluta están en vía de extinción, contraria a la Iglesias católica que permanece en la verdad.
¿Cómo hacemos para afrontar el amor? Ese es asunto de hoy. ¿Qué hacer? San Juan Pablo II decía que para escaler una montaña hay dos formas: una era dinamitar la montaña, destruir la montaña; es decir, cero exigencias, cero sacrificio, que cada uno haga lo que quiera. La otra forma que decía San Juan Pablo II es la de fortalecer las piernas. Tienes que subir la montaña amando, perdonando, cumpliendo con tus obligaciones, dando limosna, la montaña es la imitación de Cristo. Claro que es una montaña empinada, pero la solución no es que todo valga, que tú hijo te pueda decir lo que quiera y que tú tengas que tragártelo.
Y esa no es la solución, la solución no es que te den el titulo universitario sin que vayas a clases. Pues tendrás un papel que digas que eres ingeniero civil pero vamos a ver qué carreteras o puentes construyes. El nivel de las rebajas absolutas, de las no exigencias nos lleva al caos.
Con razón San Juan Pablo II nos pide fortalecer, cuesta ser cristiano, ayer y hoy. El mundo es muy antiguo y el hombre siempre es el mismo. Entonces, ¿cómo fortalecemos esas piernas?
Veamos las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad. Dice San Pablo que cuando estemos en el cielo, la fe y la esperanza ya no harán falta, quedará solo la caridad. Pero mientras tanto aquí en la tierra en este orden: la fe y la esperanza, esa es la manera de fortalecer tus piernas para poder cumplir con la tercera virtud que es la caridad. Primero la fe, luego la esperanza, luego la caridad, los frutos.
¿Qué es la fe? Dios existe y Dios me ama, y yo no estoy solo y puedo confiar en Él. ¿Y si no tengo fe cómo entonces puedo cumplir esas normas tan exigentes? Por tanto, el problema no está en no pedirle a la gente el cumplimiento de las normas, allí no está la solución. La solución está en fortalecer la fe: más relación con Dios, más vida de oración, más Eucaristía, más confesión. Esa es tu fe. Si no estás en relación con Dios cómo vas entonces a vencer la tentación de no engañar a tu esposo o esposa, por ejemplo. Porque las tentaciones siempre están hay y si te enfrias en la relación con Dios terminas cayendo.
La relación con Dios es insustituible, nadie puede rezar por tí (interceder si), nadie puede comulgar por tí, nadie puede confesarse por tí (ojalá se pudiera dicen muchos)
En segundo lugar, la esperanza. Es la virtud desconocida como decía San Juan Pablo II, igual que el Espíritu Santo a quién casi nadie le reza. Son muy interesante las reflexiones que hace el filósofo alemán Ernst Bloch en su libro El Principio Esperanza. Reflexiona sobre la esperanza en el cristianismo y encuentra en la esperanza la clave por la que los cristianos en los primeros siglos aceptaban el martirio, el por qué los cristianos afrontan cuestiones tan duras y tan impopulares. El decía que se debía a la esperanza.
¿Qué es la esperanza? No es fácil llegar a una definición exacta, pero se trata de saber que vamos a tener con seguridad lo que todavía no tenemos. Hay un refrán que dice: "Hambre que espera hartura no es hambre ninguna"
Sentir la necesidad o el deseo de calmar el hambre o las ganas de comer es una experiencia pasajera cuando se sabe casi con seguridad que se va a calmar. Eso es una aproximación a la esperanza.
¿Y qué es lo que nosotros esperamos? Lo que Cristo ha prometido. Y Cristo nos ha dado tres promesas que se han cumplido:
1. Hay Vida Eterna. Y esperar la vida Eterna cambia la perspectiva de esta vida, sabiendo que esto no es más que una mala noche en una mala pasada, como decia Santa Teresa, y que el tiempo huye con una velocidad impresionante y ustedes lo saben; y cuando se nos acerca la hora de partir más rápido se va, porque hay vida eterna.
2) La segunda promesa del Señor es el alivio: "Vengan a mi, si están cansados y agobiados" Jesús no quiere quitarte la cruz, pero si quiere ayudarte a llevar la cruz. No estás solo. Déjate ayudar por Jesús, vente a rezar ante el Santísimo, vente a comulgar, déjate ayudar por Jesús.
3) la tercera promesa es la Misericordia. En cuanto te arrepientas, sea el pecado que sea, en cuanto pidas perdón Dios te va perdonar. Tendrás allí a Dios con su Misericordia lavando tu inmundicia.
Con esto podemos afrontar la tercera virtud. Si tengo fe y tengo esperanza entonces tengo las piernas fortalecidas entonces ya puedo subir la montaña y si caigo tendré siempre una mano que me levanta y me ayuda a subir. El mundo te dice: haz lo que te de la gana; y Jesús te dice: haz el bien y no estás solo. Y esa es nuestra experiencia: con Cristo podemos, aunque caigamos; y sin Cristo, exigiéndonos cada vez menos a nosotros mismos ya no seremos capaces de dar más de lo que podemos, daremos cada vez menos; y ya no sería cuestión de subir una montaña, sino que no seríamos capaces ni de subir un pequeño escalón. ¡Qué Dios nos ayude! ¡Qué así sea!