LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR -Ciclo C-
Domingo 01 / Jun
Lc 24, 46-53
«Mientras los bendecía, fue llevado hacia el cielo»
Jesús con su Ascensión a los cielos se despide, pero lo hace para quedarse. No la hace para partir, lo hace para desaparecer y aparecer ahora con nueva presencia.
Ahora su Presencia se eleva para que nosotros sus discípulos entremos en la Presencia de Dios, para que entremos al cielo.
Este día es para dar gracias a Dios por el cielo que en Cristo nos ha querido regalar, porque Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nos ha acercado al cielo, nos ha introducido en el cielo.
Eso tiene que ser para nosotros motivo de acción de gracias y motivo de alegría. Hoy no es un día para estar triste, al contrario; es un día para alegrarse porque Cristo Crucificado - Resucitado está vivo para siempre y ahora por su Ascensión a la derecha del Padre inaugura una nueva presencia, una presencia definitiva y perenne porque Jesucristo es Dios y como Dios no pasa, no se muda, no cambia.
Dice San Ambrosio sobre la Ascensión: «Bajó Dios, subió el hombre» Con la Ascensión de Cristo Resucitado al cielo, la carne de un hombre, de un verdadero hombre, pasa a formar parte de esa nueva vida y se hace eternidad. Cuando se acusa al cristianismo de menosprecio de las realidades temporales, no se ha enterado nada. Esta carne que ahora asciende a los cielos y se incorpora al Padre es carne sin pecado, pero no por ello menos carne; carne transfigurada, pero carne absolutamente humana.
La celebración litúrgica de la Ascensión del Señor a los cielos nos plantea, cada año, la ocasión para recordar que hemos llegado a la mayoría de edad. Desea Jesús que nosotros colaboremos con Él en la construcción del Reino de paz y de justicia que Él vino a instaurar. De alguna manera, nos necesita. Necesita que seamos “testigos de su amor”, testigos suyos en medio del mundo.
Demos gracias a Dios por ese regalo, por esa transformación de nuestra carne corruptible en cuerpo celestial y glorificado que en el cielo nuevo y la tierra nueva vamos a tener; y demos gracias también porque nos ha confiado su Reino de Paz y Justicia, para que venga ese Reino, Él necesita también de nosotros ¡Qué así sea!