III DOMINGO DE PASCUA 2025 -Ciclo C-


Domingo 04 / May
Jn 21, 1-19
«¿Me amas..., me amas..., me quieres?»

Quiero detenerme en la última parte de este evangelio. En el diálogo del Resucitado con Pedro. Tres veces le negó, tres veces borra esa negación con esa confirmación de amor a Jesús. 

En español no se logra entender bien porque se usan dos verbos en el interrogatorio que  a veces lo usamos como sinónimos aunque no signifique lo mismo. En primer lugar Jesús emplea el verbo amar, en el original del griego usa el verbo agapao. Y Jesús pregunta: ¿agapasme? Significa amor incondicional, ¿me amas de un modo incondicional? Pedro no responde usando el mismo verbo, sino que usa el verbo querer, «filaos» filosé, que significa te quiero. 

Es decir, Jesús le pregunta si lo ama de modo incondicional y Pedro le responde que no le ama de modo incondicional, porque ahora el ya sabe que es un traidor, que le ha fallado, que le ha negado y tiene vergüenza. Por eso le dice con vergüenza y humildad: yo no te amo de forma incondicional, te amo con mi pobre amor humano, filao, filosé, te quiero, no te amo, te quiero. En español es algo difícil comprender, en griego se entiende perfectamente. 

Jesús me pregunta, nos pregunta: ¿Me amas de forma incondicional? ¿Estarías dispuesto a dar tu vida por mí? Y nosotros tenemos vergüenza porque somos concientes de nuestros pecados. Pero a pesar de todo le decimos, Pedro le dice: te quiero, no como tú mereces ser querido, pero te quiero. 

Por segunda vez Jesús vuelve a preguntar del mismo modo con el verbo agapao y Pedro le responde igual con el verbo filao: te quiero, filosé

Pero lo sorprendente viene en la tercera pregunta. Ahora Jesús deja de usar el verbo agapao (del amor incondicional) y pasa a usar el verbo filosé, y pregunta ya no ¿me amas?, sino ¿me quieres?

San Pedro le dice entonces te quiero, pero esta vez San Pedro entiende que Jesús acepta lo que puede darle. Las dos primeras preguntas las hizo con el verbo amar, porque el, Pedro antes de la pasión, había prometido amar de modo incondicional, a dar la vida por Jesús; pero ahora el acepta humildemente que es un pecador, entonces Jesús se rebaja hasta su lugar con el verbo filao: ¿me quieres? 

El entiende, con vergüenza, que El Señor sabe que no puede amarle, que tiene que conformarse con quererle, que el Señor sabe que es un pecador y que a pesar de eso acepta su limitación. Y San Pedro va decirle eso: quisiera amarte pero soy un pobre hombre, ¿te conformas con que te quiera, con que te de todo lo que pueda darte? 

Jesús que ha visto la humildad de Pedro, que se da cuenta que es una persona limitada y que ya no puede prometer lo que no puede dar, entonces Jesús lo acepta y le dice «Sígueme», y sígueme hasta el martirio. 

Hay otra cosa importante en este triple interrogatorio, y es que el Señor une el amor a Él con el trabajo apóstolico: «Apacienta mis ovejas» Jesús pide esfuerzo, el amor a Jesús no está en la palabras o en las ideas. El amor a Jesús está en el testimonio, en la oración, en la limosna, etcétera. 

Jesús acepta que tú seas una persona limitada y pecadora, pero tienes que luchar, tienes que hacer todo lo que puedes por mejorar, tienes que trabajar para demostrar tu amor, no vas a dar el 100% que Dios tiene derecho a recibir de tí y de mí, pero puedes dar más de lo que das.

Y eso es lo que nosotros tenemos que tener como objetivo en la vida, tienes que luchar por ser santo, aunque no no consigas la perfección, tienes que luchar por ser santo y ser santo con obras y no con retórica ni puras palabras. 

Somos pecadores, pero estos pecadores que somos tienen que seguir a Jesús y darle a Jesús todo lo que podamos darle. No con el amor perfecto que nunca llegaremos alcanzar , pero si con todo el amor, que nosotros pobres pecadores podemos darle. ¡Qué así sea! 








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