MIÉRCOLES SANTO

Miércoles 16 / Abr
Mt 26, 14-25
«El Hijo del hombre se va como está escrito; pero, ¡ay de aquel por quien es entregado!»

El evangelio de hoy nos habla de la traición de Judas, y eso causó en el corazón de Jesús un profundo dolor. Pero también Jesús pasó por el trago amargo de las despedidas. Y de las peor de las despedidas porque Él ya sabía los días y las horas que le quedaban en este mundo. 

Tuvo miedo, empezó a sentirse abandonado. Y se despidió de sus amigos, de sus discípulos con ternura y cariño. Los llama «hijitos». Así también de seguro que se despidió de su Madre y esa tuvo que haber sido la despedida más dolorosa.

María, cómo su hijo, ya sabía tambié todo lo que iba a pasar, y de seguro Jesús la animó a no dudar, le pidió que lo ayudara a sostenerse en esa cruz. El la necesitaba, como nosotros necesitamos a nuestras madres. Y María por eso estuvo allí, al pie de la cruz, entera, firme, segura, esperanzada. Se convirtió en el Pilar de su hijo. 

Jesús experimentó el abandono de su Padre, pero no el abandono de su Madre. Y a ella también una espada de dolor le atravesó el alma. 

Un día como hoy Jesús se despidió de su Madre. Y su Madre se dispuso a seguirlo hasta la cruz, dispuesta a dar, si era posible, la vida por su Hijo. 

Aquí estamos Señor como tú Madre, cuenta con nosotros como contaste con tu Madre en tu Crucifixión. Quisiéramos ser tu apoyo, tu consuelo; en las soledades de tu Sagrario, pero también en los pobres y en los que más sufren; porque tú eres nuestro apoyo, nuestra fuerza y nuestra esperanza. ¡Qué así sea! 

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GRACIAS VIRGEN DE LA CABEZA