LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
Lc 1, 26-38
¡Alégrate!
Hay tres protagonistas en esta historia. Dos principales. El primero es Dios Nuestro Señor, la Trinidad Santa. Los tres van a intervenir: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y ese Creador/Salvador/Santificador del Universo se haya fijado en la criatura para amarla y rescatarla es algo que no tiene explicación. ¿Cómo nos puede amar sin ningún mérito nuestro? Cuándo no mereciamos su amor derrama su sangre para rescatarnos.
No somos nosotros los que buscamos a Dios, es Dios que nos encuentra y nos salva.
Eso solo se justifica por el amor. Ese amor que lo lleva a buscar a alguien que lo ayudara colaborando con El en el plan Redentor. Y allí sale María, la Nueva Eva. La segunda protagonista de este relato.
María podía haber dicho que no. Además ella sabía acerca del riesgo a la que se arriesgaba. Pero Dios esperaba la respuesta de ella, porque Dios no nos salva sin nosotros, necesita de nuestra libertad. Y allí está Dios con su embajador esperando la respuesta de la Virgen. Y María creyendo en su amor confía en Dios, confía en su amor y en su poder.
Ella recibe el anuncio del Angel y no se asustó por la presencia del Ángel, sino por el saludo que el ángel le hacía. Yo veo un ángel y me voy a un psiquiatra, pero María no se asusta porque ella es Reina de los Angeles, es la Purísima que está a punto de ser la Madre de Dios. Ella se turba ante ese saludo porque el Ángel la llama LLENA DE GRACIA, INMACULADA. Le está diciendo que ella no tiene pecado original, le está diciendo que está siendo salvada antes de que la mancha del pecado cayera sobre ella. Dios la ha preparado para su misión. Ahora ella descubre quién es ella y descubre la misión a la que Dios la tiene encomendada.
Por eso el Ángel después de ese saludo le dice: Alégrate! No tengas miedo. Alégrate de tu vocación, alégrate de tu misión como padre o como madre, como sacerdote, como consagrado. Alégrate cuando Dios te pide algo porque es una señal de que Dios confía en tí, y quiere confiar en tí. Y para eso te ha preparado. A María la preparó el Señor para ser la Madre del Mesías, la Nueva Eva, la Madre de la Nueva Creación.
Pero María también quiere saber el medio por el cual se haría posible lo que el ángel le dice. El medio que Dios va a usar, porque ese medio es el que le va a indicar a ella si ese Ángel es de luz o está disfrazado de luz. Aclarado eso María da su SI, aquí está la esclava. Eva fue tentada por el demonio diciéndole que serían como Dios, la Virgen María no quiere ser una diosa. Ella se presenta y dice de si mismo que es la Esclava del Señor. Por eso pisa la cabeza de la serpiente. Esta vez la serpiente no engaña.
Es verdad que nos movemos en un mundo de muchas oscuridades, pero nosotros como María, tenemos que confiar en ese poder de Dios para quien nada es imposible.
El ángel Gabriel es el tercer protagonista, el mensajero de la noticia más buena y más grande de todos. Es el intermediario. Me pregunto cómo haran nuestros hermanos cristianos protestantes para entender esa mediación. Vi un meme muy gracioso que dice una gran verdad: si María hubiese sido cristiana evangelica le hubiese dicho al ángel: 'lo siento yo solo hablo con Dios, chao contigo'. Y resulta que todos nosotros podemos y debemos ser intermediarios entre Dios y nuestros hermanos.
También nosotros podemos decirles que Dios les ama y quiere darles su vida. Podemos nosotros hacer que el demonio huya uniéndonos a las milicias Celestiales junto a San Miguel y consolar a los enfermos junto a la medicina de Dios que es San Rafael. Anunciar a Cristo, evangelizar, sacar a tantos hombres y mujeres de sus desesperanzas. Necesitamos hablarles del amor de Dios, de la Vida Eterna que Dios nos tiene.
Y esa noticia es que Dios existe, Dios te ama, Dios es Poderoso, confía en Dios. También nosotros estamos llamados a ser portavoz de esa Buena
Hoy es un día para decirle al Señor: Señor yo confío en ti, yo te obedezco, yo me ofrezco a tí como María, yo quiero darte gracias por tanto amor, yo quiero amar tu Amor y hacer de mi vida una Eucaristía para que tú Amor sea amado por todos los que se me han encomendado en la familia, en la Iglesia, en el trabajo. ¡Qué el amor sea amado! ¡Qué así sea!