III DOMINGO DE CUARESMA -Ciclo C-


Domingo 23 / Mar
Lc 13, 1-9
«Conviértanse»

En este tercer domingo de cuaresma quiere el Señor que contemplemos en la primera lectura la figura de Moises. Siempre la primera lectura en la Cuaresma viene a modo de repaso de la historia de la salvación, así por ejemplo el domingo pasado la figura era Abraham.  

En esta ocasión Moisés es testigo de una teofanía. También el domingo pasado los discípulos contemplaron la teofanía del mismo Cristo que transfiguraba su divinidad. La de hoy es desde una zarza que arde pero no se consume y desde la que sale tambien la voz de Dios como en la Transfiguración salía de la nube. 

Esa voz de Dios pone a Moisés en misión, tiene que volver a Egipto; con todo el riesgo que le suponía volver a Egipto. También los discípulos tienen que bajar del monte y acompañar a Jesús hasta Jerusalén, aunque en ese momento les pudo más el miedo y la falta de fe. 

Dios quiere salvarnos hoy como salvó a su pueblo Israel de las garras del faraon en Egipto. La gloria de Dios está en que sus hijos vivan y vivan en abundancia y por eso nos dio su misma vida en su Hijo Jesucristo. 

No podemos seguir creyendo que el sufrimiento es maldición de Dios. En eso llevamos milenios arrastrando esa herejia de los judíos que pensaban que cuando las cosas me iban mal era porque Dios me maldecía. Quitémonos de una vez por todas esa imagen falsa de un Dios que es justiciero y castigador. Ese no es Dios. 

La maldición me la busco yo mismo cuando me aparto de Dios. Por eso hoy Jesús dice: «si ustedes no se convierten les pasará lo mismo»; ¿Convertirnos en qué? ¿Convertirnos a quién? Convertirnos en sus hijos y convertirnos a Él que es nuestro Padre. Lejos de Dios no podemos ser felices, cerca de Él estamos salvados. 

No perdamos tiempo, para eso es la Cuaresma, para prepararnos a renovar la fe de hijos de Dios que recibimos en el bautismo. No puedes vivir para siempre aquí en la tierra, hay eternidad para la vida y para la muerte, con Dios en el cielo o con su enemigo en el infierno. ¿Cuál eliges? 

No es cuestión de meter miedo, no es cuestión de amenazar. Tenemos la obligación de advertir, la advertencia no es ni amenaza ni atemorizar, la advertencia es liberar; y hoy la Iglesia quiere que asumas tu libertad, la de los hijos de Dios y de una vez por todas reconozcas a Cristo, el nuevo Moisés, no solo como tú Salvador, sino también como tú Dios y Señor ¡Qué así sea!

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GRACIAS VIRGEN DE LA CABEZA