III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo C- Domingo de la Palabra
Domingo 26 / Ene
Lc 1, 1-4; 4, 14-21
Hoy se ha cumplido esta Escritura.
Hoy celebramos el Domingo de la Palabra, con la inspiración del salmo 119: "Espero en Tú Palabra", cada domingo es domingo de la Palabra. Ya antes de que Cristo, el Señor Glorioso, se nos dé como alimento en el Pan y el Vino de la Eucaristía, se nos da como Palabra como dice repetidamente la Introducción General al Misal Romano: "Cristo está realmente presente... en su Palabra" (IGMR 7), "Cristo, presente en su Palabra, anuncia el Evangelio" (IGMR 9), "Cristo, por su Palabra, se hace presente en medio de sus fieles" (IGMR 33). La doble mesa consta de la Palabra y de la Eucaristía: una doble "comunión" de la comunidad con Cristo. Para recibir el alimento de la Palabra no hay requisitos, no hay condiciones, solo se te pide la Fe. Todos podemos comer de la Palabra del Señor.
Con respecto al Evangelio de hoy. Aquí hay que ir por partes porque este Evangelio es importantísimo. En primer lugar son cuatro versículos del capítulo uno del evangelio de Lucas y luego la presencia de Jesús en su pueblo del capítulo cuatro.
Los primeros versículos nos demuestran que ya en los primeros años había interés en los que se acercaban a la Iglesia judíos o griegos en estar seguros de si lo que estaban contando era seguro, era verdad.
San Lucas, médico de profesión y compañero de San Pablo, dice explícitamente que hay muchos que han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros. Es decir, no solo hoy los conocidos cuatro evangelista, sino muchos. Había interés en los que escuchaban a los apóstoles en saber si era verdad y reclamaban se investigara si eso era cierto. Y añade: los hechos que se han cumplido entre nosotros como nos lo transmitieron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra.
Esos hechos fueron transmitidos desde el primer momento pero no escritos desde el primer momento. Jesús no dijo a sus discípulos vayan y escriban; sino vayan y prediquen. La transmisión era oral, no escrita.
La gente estaba interesadísima y querían saber si eso era verdad. Y Lucas, un científico de su época, quiere también cerciorarse de si esto es cierto. El también es autor de los Hechos de los Apóstoles. Lo escribió tal vez entre los años cincuenta; es decir veinte años después de la muerte y resurrección de Nuestro Señor. Y ya Lucas dice que ya han escrito muchos antes que él, y no dice quiénes fueron.
Esto es una garantía de la seriedad con la que nosotros debemos tomarnos lo que hay en el Evangelio. No es un invento, no es una ficción, no es una leyenda. No es algo escrito cientos de años después para justificar el poder de la Iglesia. Y no es una historia que se inventa Pablo para presentar a un pobre profeta medio loco y extravagante como el hijo de Dios hecho hombre. Y hay viene la segunda parte.
Pasamos al capítulo cuatro: Jesús está en Nazaret. Hay expectacion, ya tiene fama, ya ha realizado milagros. Pero allí se va crear un problema porque allí no hay fe, ni aprecio, ni cariño. Y dice Jesús:
"El Espíritu del Señor está sobre mi, me ha enviado a predicar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor».
¿Qué significa eso? ¿Qué es lo que nosotros necesitamos escuchar? ¿Qué es lo que hicieron los apóstoles y por qué hubo éxito a pesar de las persecuciones? ¿Qué daban, qué ofrecían? ESPERANZA. Solo daban Esperanza.
También daban pan, sí. Siempre lo hicieron pero eso era secundario. Cristo no mandó hacer mercados milagrosos, Cristo no mandó a fundar leproserias milagrosas, ni hospitales con garantía de curación.
La evangelización, anunciar la buena noticia: Dios existe, Dios te ama, hay vida eterna. Esto es lo que hicieron, este fue el secreto de su éxito: "hay vida eterna". Esta es la Esperanza en la que esperamos. ¿Cómo nos hemos dejado engañar? ¿Cómo hemos dejado de hablar del cielo, si el cielo es nuestra esperanza?
Cristo no es el opio del pueblo como decía Marx, Cristo es la esperanza del pueblo. De todo los pueblos del mundo, de los pobres y de los ricos, de los que sufren porque han perdido sus seres queridos, de los enfermos, de los inmigrantes, de aquellos que tiene que irse de su patria muchas veces empujados por esos comunistas herederos del Carlos Marx y su opio del pueblo.
Ya está bien de dejarnos engañar. Tenemos que dar esperanza, hay vida eterna. Y además también tenemos que dar pan, y tenemos que ayudar a la gente a que luche por sus derechos pacíficamente, tenemos que construir hospitales, escuelas, comedores. ¿Acaso no hemos hecho eso en dos mil años? Y hemos evangelizado, sabiendo que todas esas maravillosas obras de caridad que hace la Iglesia son importantes pero secundarias.
Porque al final tu puedes dar pan, pero a ese señor que le das pan seguro mañana tendrá hambre de nuevo, pero la esperanza lo alimenta y lo sostiene; porque ese que tiene hambre y el que no lo tiene se van a morir y van a ver morir a sus seres queridos.
Esa era la clave de todo, esa era la buena noticia, esa era la superación de los males: Hay vida eterna, esa es nuestra Esperanza.
El marxismo no es más que la predicación de una esperanza en la tierra. El cristianismo es la predicación de la esperanza en el cielo, en la vida eterna, en Cristo que ha Resucitado; y porque Resucitó todo es verdadero, hay esperanza, tenemos garantía en lo que creemos porque Cristo ha Resucitado. ¡Aleluya, Aleluya! No lo olvidemos. ¡Qué así sea!