SANTA MARIA, MADRE DE DIOS


Miércoles 01 / Ene
Lc 2, 16-22
«Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios»

Estamos iniciando un nuevo año, y este es un año santo jubilar, y todos los años en este día nos hacemos buenos propósitos que no cuánto dura, y no se si lo examinamos los 31 de diciembre. 

Un cierto temor también nos embarga cuando iniciamos un nuevo año. Muchas incógnitas políticas, económicas, familiares; y cada uno con sus propias preocupaciones.

Inevitablemente, los primeros de enero, junto a los buenos propósitos nos vienen como en un combo las expectativas con cierta pizca de incertidumbre.

Es por eso que la Iglesia con gran arte pedagógico nos entrega a la Virgen María para comenzar el año. Y eso no es cualquier cosa. Ese poner ante nuestra mirada un nuevo año con la Virgen María tiene el objetivo de decirnos: "No estás solo"

Lo que más necesitamos de verdad es esperanza. Es la virtud de la que menos se habla, se habla mucho de la caridad y de la fe, pero poco de la esperanza. 

Necesitamos mucha esperanza porque tenemos muchas sombras y nubarrones en el firmamento. Nadie sabe que va pasar, necesitamos ver a la Virgen, nuestra Madre. 

Recordamos lo que le decía la Virgen a Juan Diego: ¿Por qué estás triste y preocupado? ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre? Escucha eso en lo más profundo de tu corazón: ¿Por qué estás inquieto, por qué estás angustiado? ¿No estoy aquí que soy tu Madre?, ¿No estás en el cuenco de mis manos? 

Estamos en las Manos de Dios, estamos en las manos de María. Si, tenemos preocupaciones, es lo normal. Y cuando empieza un nuevo año nos llenamos de miedo; pero hoy mira la Luz que viene del cielo. No tengas miedo.

María sabía lo que era tener inseguridades, sabía lo que era vivir en la incertidumbre, sabía lo que era no tener un lugar donde reclinar la cabeza, piensa en ella cuando llega a Belén y no tener un lugar digno donde dar a luz eso hijo, o piensa en ella cuando tuvo que huir con su hijo a Egipto porque querían matar a su hijo. 

Nunca fue fácil para María, pero supo materner la fe y la esperanza. Y con esa fe y esperanza no puesta en una fecha de enero, sino puesta en el Señor y en la protección de nuestra Madre.

Y eso es lo que tenemos que decirle al Señor en este primero de Enero: "Señor te necesito, en Tí confío y no temo lo que pueda hacerme el hombre". Dile esta mañana y todas la mañanas de estos primeros días del año: "Señor en ti confío, y no temo lo que pueda hacerme el hombre. No tengamos miedo y escuchemos la voz de la Virgen cuando nos dice: "Aquí estoy yo que soy tu MADRE" ¡Qué así sea! 


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