SAGRADA FAMILIA -Ciclo C-
Lc 2, 41-52
«Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los maestros»
Hoy la litúrgia nos manda celebrar la fiesta de la Sagrada Familia, hace apenas unos días celebramos el Nacimiento del Salvador. Hoy lo contemplamos ya de adolescente, 12-13 años.
Jesús fue adolescente porque fue verdadero hombre, verdadero ser humano y nada de lo humano le era ajeno, a excepción del pecado. Pero aún así Jesús no estuvo exento de padecer la primera explosión hormonal que tiene todo ser humano en esa etapa de la vida.
Jesús empieza hacer su propio camino. Llama la atención de este evangelio el juego de palabras en torno a la palabra 'Padre'. Se usa dos veces: María la usa refieriendose a José, y Jesús la usa para referirse a su Padre Eterno y Celestial.
La respuesta de Cristo a la preocupación de María es clarísima: '¿no sabían que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?' Con eso no estaba descalificando el rol de su padre cuidador, pero si quiere dejar claro que sabe quién es Él. En ese momento ya Jesús tiene conciencia de su propia naturaleza divina y que tiene una relación con Dios esencialmente distinta a la que tiene su madre la Virgen o su padre custodio José.
Es diferente la relación que Jesús tiene con su Padre que la que tenemos nosotros con el Padre de Él. Por eso no dice a su madre: nuestro Padre, sino que dice: 'Mi Padre'. Así cuando enseña el Padre Nuestro, les hace ver a sus discípulos que la relación que el tiene con su Padre es distinta de un modo esencial a la de sus discípulos.
La escena de hoy es una escena que tiene preocupación y sufrimiento. No fue nada trágico, pero si muy incómodo y de mucho dolor. En toda familia hay problemas, hay momentos malos. ¿Cómo afrontó la sagrada familia los momentos malos e incómodos? Unidos, queriendose, aceptándose.
Se aceptaban tal como eran. Hoy Jesús le dice a sus padres que es distinto a ellos y que tiene derecho a serlo. Esa aceptación del otro con sus virtudes y defectos es esencial en el seno familiar.
Hoy en día cada vez hay menos familia porque muchas se rompen con el divorcio y porque otras muchas nunca llegaron a ser familia.
¿Por qué hoy en día los jóvenes no se casan? Por el miedo al compromiso, el compromiso de formar una familia es visto como un sacrificio, como una atadura que hay que romper algún día y cuándo se rompe esa convivencia hay una ruptura en el alma y en el afecto que es más dolorosa que una repartición de bienes. Algo se rompe en el corazón porque nadie se casa para divorciarse.
Ese miedo al compromiso ha llevado a no valorar a la familia, la familia tal como es, no la que idealizamos.
Nuestra familia no es perfecta, pero es nuestra familia. Por mucho que hayamos querido a nuestros padres somos conscientes de que no eran perfectos, que nosotros no somos perfectos. Pero aún así se buscaba la perfección, lamentablemente olvidando que solo en el cielo la encontramos.
La familia tiene un precio que pagar, el precio de aceptar la imperfección del otro, de tu imperfección. Y también tiene un don que dar, pagamos el precio de la convivencia y recibimos el fruto de la convivencia.
El hombre no está hecho para vivir solo. Su naturaleza no es la del ermitaño aislado sobre una roca. Necesitamos de la familia para vivir, podríamos vivir en la zona más helada del mundo, pero no sin familia.
Nacemos en ella y vivimos en ella y tenemos que pagar el precio de ella porque ese precio es nuestra salvación.
Disfrutemos de nuestra familia y recemos por los que por desgracia no la tienen o la han roto. ¡Qué así sea!