LA NATIVIDAD DEL SEÑOR -Misa del día-

Miércoles 25 / Dic
Jn 1, 1-18
«...Y el Verbo se hizo carne»
NATIVIDAD DEL SEÑOR

Es la Navidad del año santo 2025 de la Redención. Navidad que abre el jubileo de la Esperanza, esa esperanza que tanto necesitamos en medio de tanto dolor y dificultades. Jubileo que tiene que servirnos para contagiarnos y contagiar de esperanza.

A este mundo nuestro le cuesta mucho celebrar la auténtica navidad. Le interesa es el negocio, el comercio, servir al dinero.Ademas tener hijos, hoy en día, es una carga; ya nadie quiere tener hijos. El nacimiento y la crianza de un niño es un viacrucis. Por eso no podemos pedirle mucho a este mundo que celebre la Navidad, menos cuándo defiende y legitima el aborto.

La primera navidad que se celebró en la historia no fue como la que nosotros hoy celebramos tan llena de derroche y exceso. Muchos de los que no tienen fe y se han ido lo han hecho porque no entienden el misterioso abajamiento de Dios. 

Es más fácil creer en un Dios que pasa por los pueblos con el mazo dando, ¿pero un Dios que se deje moler de golpes y empapar de salibazos para qué nos sirve? ¿Para que nos sirve un Dios que se hizo niño y nació en un ambiente no apto para nacer? 

La respuesta nos la da la Virgen; Élla no se preguntó para qué nos sirve ese Dios, sino que ella se puso a su servicio, ella si tenía claro para que servía ella, sabía que era la esclava del Señor y no pidió nada.

Como tampoco pidió nada San José, ni tampoco los pastores, tampoco los magos. Todos ofrecían al niño regalos: María todo su ser, San José seguridad, los pastores algo de leche y miel, los magos oro, incienso y mirra. 

Hay otros personajes de la navidad que no le servía ese niño: Herodes, no quería servir sino servirse, ser servido no servidor.

Siempre duele que para muchos de nosotros nos tengamos que hacer la pregunta de la utilidad de Dios: ¿para qué me sirve Dios? 

Y resulta que no nos hacemos la pregunta: ¿para qué le sirvo yo a Dios? Esa es la pregunta que tenemos que hacernos todos los días: ¿Yo cómo le sirvo a Dios?  María nunca se planteó para qué le servía Dios, porque ella si se planteó que era la sierva del Señor. 

Yo no le estoy hablando a los ateos, ni a los paganos bautizados. Le estoy hablando a católicos practicantes, y a ustedes hoy yo los invito a que desde el portal de Belén se pregunten: ¿Cómo puedo  yo servirle al Señor?

¿Por qué los pastores no fueron a pedir sino a dar, por qué la Virgen no se planteó que ganaba ella con la Encarnación, por qué los magos se hicieron ese viaje no para pedir regalos sino para llevarlos? Porque ellos habían creído en Dios con todo lo que eso significa, en el poder de Dios, en el señorío de Dios, en el Amor de Dios. Habían creído y eran conscientes de que habían recibido. 

Empecemos entonces por ahí, estás enfermo en un hospital o has perdido un ser querido, lo has tenido, ahora no tienes salud, pero la has tenido, no tienes dinero, pero lo has tenido. Todo ha sido un regalo inmerecido. Todo lo que tienes es un regalo de Dios: tu familia, tu salud, tu dinero, todos tus bienes y posesiones. 

La experiencia de los personajes buenos de Navidad era que eran concientes de que ya eran receptores de tantas y tantas bendiciones de Dios. Y todo eso de modo inmerecido. Y es de allí desde nos tenemos que plantear la vida. Ya hemos recibido, ya Dios nos ha dado, yo no creo para recibir, yo creo porque he recibido. 

Por eso soy su servidor porque él me ha dado todo y yo tengo que devolverle y por eso voy a llevarle aunque sea un poquito de pan como los pastores, o el oro, el incienso y la mirra como los magos, o los brazos y el cuidado de María y José. 

Somos siervos del Señor, como María. Pregunta hoy desde ese mismo portal de Belén; ¿cómo puedo ayudarte, cómo puedo servirte, cómo puedo agradecerte? 

Cuando te acercas a Dios como María y como todos los personajes buenos de la Navidad, entonces se cumple la promesa: ¿Cuál? Recibes el ciento por uno, porque Dios no se deja ganar en generosidad.

Porque el prólogo del evangelio que acabamos de escuchar y que la Iglesia nos regala en la Misa del día de la Navidad es uno de los extractos más tristes que se escribieron de la Palabra de Dios: «Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron». 

¿Por qué no lo recibieron? Porque no era un negocio, los decepcionó, no había nada que sacar. Dios viene a nosotros aunque no haya nada, que de hecho si hay, y en abundancia. Pero no lo recibas porque vas a sacar algo. 

Por eso tenemos que decirle a María y a su Niño, bienvenidos a mi casa. Porque ese niño que ha nacido nos trae la paz y nos trae la esperanza. Cuando los pastores fueron a verlo en el pesebre lo encontraron envuelto en pañales, no encontraron una cueva forrado en oro o piedras preciosas, pero si encontraron la ternura de un recién nacido.

Hay esperanza, y eso nos lo van a machacar en este año santo jubilar: la esperanza no defrauda. Demos gracias por la esperanza. 

Dios nos amá, no hagamos de Dios un siervo nuestro, nuestro sufrimiento no es inútil, aunque a veces no lo entendamos y el mundo menos que menos, nuestro sufrimiento unido al de Cristo puede ser redentor, puede tener un sentido, puede ser un paso a la vida eterna y gloriosa. Démosle hoy gracias a Dios por el regalo que nos ha dado en su Hijo. ¡Qué así sea! 

Entradas más populares de este blog

Algo de mi, 25 antes y después.-

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo C-

GRACIAS VIRGEN DE LA CABEZA