XXXI DOMINGO TIEMPO ORDINARIO -Ciclo B-
Domingo 03 / Nov
Mc 12, 28b-34
«No estás lejos del reino de Dios»
En ese diálogo que tiene Jesús con el escriba aún no había dado y estaba aún lejos de dar su mandamiento que lo hizo en el marco de la Última Cena: "amanse como yo los he amado".
Por tanto hizo una catequesis que pudiera entender este escriba y habló de dos mandamientos. Primero pone orden en los mandamientos. Habla primero de la raiz y después de los frutos. Primero Dios y después el amor al prójimo; pero primero Dios.
No se pueden separar, no se puede tener una relación con Dios y robar, mentir, matar, no cumplir las propias obligaciones, hacer daño. ¿De dónde se saca entonces las fuerzas para amar a ese prójimo cuando no es fácil amarlo o incluso para cumplir con el propio deber cuando no te apetece? ¿De dónde se sacan las fuerzas si no te encuentras con el Dios que es tu fortaleza continua?
Por eso el Señor dijo con su sabiduría, primero Dios. Dios es la raíz, la fuente de nuestra fuerza, el que nos levanta cuando nos caemos, el que nos señala el camino.
Sin una vida de oración no es posible seguir a Cristo, no es posible amar al prójimo. Sin una vida de oración lo más que podemos hacer es dar la medida que humanamente tenemos, que en algunos es muy pequeña. Sin una vida de oración cuando llegamos a nuestros límites allí nos quedamos. No damos más y no podemos dar más sin la fuerza de Cristo.
Es Cristo que te dice: "ya no puedes más, pero conmigo tu puedes, ya no puedes más pero lo tienes que hacer por mi", y es con Él y por Él que somos capaces de superar nuestros límites.
Hay otra medida mayor todavía, otra medida más perfecta. La que nos indicó Jesús la noche santa de la última cena: 'Amense unos a otros como YO los he amado" porque Él es el modelo, el es hombre perfecto, a Él es a quien seguimos. Queremos ser como Jesús aunque la diferencia sea abismal, pero intentamos acercarnos a la meta, damos pasos en dirección a ella.
Por eso los cristianos tenemos tres mandamientos en uno: ama a Dios, ama a tu prójimo como a ti mismo y ama como Cristo te ha amado a ti.
¿Cómo te ha amado Cristo? Te ha perdonado, te ha dado oportunidades de conversión, ha estado a tu lado para defenderte aunque no te lo merecías, ha entregado su vida por ti.
Ama a Dios, ama a tu prójimo por amor a Dios e intenta con todas tus fuerzas parecerte. Cristo. ¡Qué así sea!