XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo B-
¿Cómo podía amar a Jesús a aquellos hermanos y amarlos tanto? Era el trío predilecto de Jesús junto con San Pedro. A ellos los llevó al monte de la Transfiguración, estuvo con ellos en el huerto de los olivos. Santiago será el primero de los apóstoles que va a derramar la sangre por Cristo y el primero en salir de Jerusalén a anunciarlo. San Juan es el predilecto, aquel a quien le confía su madre, la Virgen
Pero Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo eran unos arribistas, unos trepadores, ambiciosos que buscaban enchufarse. Pero el Señor los seguía queriendo, y es el misterio del amor de Dios que nos ama como somos, naturalmente que quiere que seamos mejores. El sabe cuáles son nuestros defectos y limitaciones pero nos quiere y no condiciona su amor a nuestra santidad.
No dice: te querré cuando venzas ese vicio, cuando corrijas ese vicio. Quiere que mejoremos por nuestro bien, pero sino lo somos nos sigue queriendo; y esa es la grandeza misteriosa y maravillosa del amor de Dios por nosotros.
Pero además de esta lección del amor de Dios está el contenido del evangelio de hoy: "quién quiera ser el primero que sea el servidor de todos". No terminamos de entender que servir y amar es reinar. Qué entre nosotros así debería ser; así lo enseñó y practicó Jesús, por ejemplo en la última cena lavando los pies a sus discípulos.
Entre nosotros el más grande es el que más ama, el que más sirve. Esa grandeza es la primera y es a la única a la que debemos aspirar. Los hombres dicen: este es grande porque tiene tal cargo. San Francisco de Asis decía: el hombre es lo que es ante Dios y no más. El santo de Asis que conoció el poder de los Papas y también las miserias de los Papas estaba convencido de que todo esto es puro espejismo, pompa y circunstancias.
Los ropajes o los títulos, o las cuentas corrientes o las posesiones no dicen lo que es el hombre, el hombre es lo que es ante Dios y no más; y el hombre ante Dios es la capacidad de amar que tenga con todos los aspectos de la palabra 'Amor' expresado y enseñando por Jesús:
El grande es el que sirve, el que perdona, el que da; porque hay más gozo en dar que recibir. El grande es el que ve una oportunidad en hacer el bien y no espera que sea otro el que haga ese bien. El grande es el que ama primero, el que considera una bendición, una fortuna haber podido dar una limosna. El grande es el que ve que hay que hacer algo y se pone hacerlo porque considera una suerte poder hacerlo. El grande es el que ve la posibilidad de amar como una bendición.
Poder ayudar a alguien es una fortuna, el afortunado no es el que se saca la lotería. No. Afortunado es el que sirve, el que ama, el que perdona, el que ama a su prójimo aunque el projimo no se lo merezca porque tú tampoco mereces ser amado por Dios.
Por tanto, cuando veas que una cosa hay que hacerla hazla tú el primero, no esperes que sea otro el que la haga. Da tú el primer paso. El bien que puedas hacer no esperes hasta mañana para hacerlo, se tú el que de el primer paso para la reconciliación aunque el otro te deje con la mano extendida.
Pidámosle al Señor que siga teniendo esa paciencia con nosotros. Esa paciencia de Dios que es nuestra salvación. Que siga queriéndonos aunque no lo merecemos. Pidámosle también que nos haga entender que el que ama y el que sirve es en verdad el que reina. ¡Qué así sea!
