XXVI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo B-

DOMINGO 29 / SEP

Mc 9, 38-43.45.47-48

«El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te hace caer, córtatela»


Este es un evangelio que como todos los demás tienen muchas enseñanzas, pero en este caso requiere explicación especial.


Lo primero nos enseña que tenemos que colaborar en todas aquellas cosas que sean buenas, aunque aquellos con los que colaboramos no sean de los nuestros. Incluso, determinadas cosas que no tengan el mismo planteamiento que el nuestro. 


Por ejemplo, tendremos que colaborar con muchos protestantes que son defensores de la vida, tendremos que colaborar con los protestantes, y con otros no cristianos, que en desastres naturales o sociales buscan dar ayuda humanitaria a las víctimas. Aunque no sean de los nuestros tenemos que unirnos a los que luchan por crear una sociedad más justa. 


En segundo lugar, el evangelio dice: "...el que les dé a beber un vaso de agua, porque siguen al Mesías, les aseguro que no se quedará sin recompensa» ¿Qué está diciendo? Que la limosna para la evangelización es necesaria. 


La atención y el cuidado a los evangelizadores es necesario y eso no queda sin recompensa delante de Dios. Todo lo que se haga por Él y por amor a Él y que se haga en aquellos que le representan a Él (personas u obras) todo eso Dios lo tendrá especialmente en cuenta.


Nuestros mayores han creído en esto, y gracias a eso tenemos hoy obras hermosas, grandes Iglesias y Catedrales. ¿Quién los construyó? El gobierno? Los políticos? Los ricos? No. Lo hicieron los pobres que tenían fe en la vida eterna y sabían que esa promesa que hacía Jesús se iba a cumplir. 


¿Y nosotros? ¿Creemos que la ayuda económica para la evangelización de verdad va a ser recompensada por Cristo? Más aún, ¿Creemos en la vida eterna? Ni un vaso de agua que se de a uno que evangeliza quedará sin recompensa, cuanto más por ejemplo ayudar a un seminario, ayudar a que se puedan formar nuevos sacerdotes. Es verdad que hacen falta más vocaciones que dinero, pero cuando hay vocaciones hay gastos que cubrir.


A veces las colectas de menos aporte son las que se nos mandan por las misiones, por el Seminario, por la catequesis. Eso es un indicativo. 


En tercer lugar, sigue diciendo el Señor: "... si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga." Está hablando el Señor en forma de parábola, no significa que tengamos que sacarnos los ojos o cortarnos las manos.


Está diciéndo que el infierno existe, ¿por qué hemos dejado de creer en el infierno? Por el mismo motivo que hemos dejado de creer en el cielo, y por el mismo motivo que hemos dejado de creer en el alma. Nos hemos hecho ateos.


Ni el cielo, ni en el infierno están presentes en nuestra perspectiva de vida. Y existen. Hemos dejado de hablar durante tantos años de ellos que la inmensa mayoría ha dejado de creer en su existencia. Y si no se ayuda a la evangelización es porque no se cree en la promesa de Cristo. Y si se cometen horrendos pecados es porque no se cree en la advertencia de Cristo. 


¿Qué tenemos que hacer? Pues una medicina preventiva. Si tú sabes que pasas al lado de un perro rabioso amarrado con un cadena de un metro, a acércate a metro y medio, porque a un metro te va a morder y a menos de un metro por supuesto también. 


Medicina preventiva. Si tú ojo te hace caer, sácatelo pero no significa que te saques el ojo, sino que no te pongas en riesgo de por ejemplo mirar pornografía en internet. Evita aquella circunstancia.


El que evita la tentación, evita el pecado. Por eso, hay cielo y hay infierno y el Señor no quiere que vayamos al infierno. El no ha venido para condenarnos y por eso nos advierte. El cielo existe, el infierno existe, los ángeles existen y los demonios existen.


Si no somos capaces de creer en la existencia de Dios, entonces terminaremos quizás sin darnos cuenta siendo siervos y esclavos del demonio que utiliza nuestras pasiones para separarnos de Cristo. Que Cristo venza, que Cristo reine, que Cristo triunfe. Amén.


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