XXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo B-
DOMINGO 15 / Sep
Mc 8, 27-35
«Tú eres el Mesías... El Hijo del hombre tiene que padecer mucho»
El cristianismo logró responder el problema del sufrimiento dándole valor al mismo. El mismo Cristo nos enseñó cómo valorar el sufrimiento personal.
No somos los cristianos como los estoicos o los epicureos griegos. Los primeros eran unos masoquistas (sufrir por sufrir); los segundos, los epicureos, predicaban que había que huir del sufrimiento, de cualquier tipo de dolor.
Los hombres sufrimos y los hombres morimos, y el único que ha podido dar una respuesta al interrogante del sufrimiento y de la muerte es Cristo. Jesús une el sufrimiento con la vida eterna. Él presenta una perspectiva diferente del sufrimiento como algo que deja de ser inútil, una lacra que nos amarga la vida para convertirse en algo que sirve, que tiene un valor.
No se trata que Jesús se haya convertido en un masoquista que le gusta sufrir o en un sádico que le gusta ver sufrir a los demás. Nada más lejos de la verdad.
Jesús ni era un estoico ni era un epicureo. Jesús nos enseña que el sufrimiento puede tener un valor; el valor redentor y el valor corredentor en el caso nuestro. Que el sufrimiento aceptado con Él y por Él . Con Él, con su fuerza y por Él, por unirnos a Él. Por colaborar con Él en la hora de la Redención tiene un valor.
No es masoquista porque no te dice que no puedes evitar el dolor, si lo puedes evitar lo tienes que evitar; pero no es a cualquier precio. Allí tenemos el ejemplo de los mártires que no traicionaron a Cristo, cuando podían hacerlo.
Para nosotros el sufrimiento inevitable es un don, es un tesoro. Esto es extraño entenderlo pero es lo que nos enseña Jesús. Ese sufrimiento tiene un valor, puedes colaborar con Cristo y puedes ayudarte a ti mismo para la vida eterna.
El sufrimiento (el inevitable) sirve. No es algo inútil. Eso no se entiende, por eso no se practica. Nos pasa como a Pedro en el evangelio de hoy que es calificado como Satanás. ¿Por qué? Porque Pedro se opone a su Cruz.
Pedro no había comprendido el valor del sufrimiento de Cristo. Y Jesús que lo acaba de hacer su vicario lo llama Satanás y le pide que se aparte de Él.
¿Qué tenemos que hacer cuando tengamos problemas? Dile al Señor: ¡por tí y contigo!, unido a tí, por amor a tí, para colaborar contigo te ofrezco esto Señor.
Esto tenemos que enseñarlo, enseñar que el sufrimiento sirve como corredención cuando se une a la Redención de Cristo. Y el sufrimiento nos ayuda a estar cuando llegue la hora de nuestra muerte en el cielo. Por eso termina Jesús diciendo: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?
El sufrimiento es fuente de comunión con Cristo. Cuando unimos nuestro sufrimiento al de Cristo consolamos a Cristo. No huyas de Cristo de la Cruz, no le digas: 'no te conozco'. Ten la seguridad que tú sufrimiento no es en vano, que te sirve para estar con Cristo. Así como estuvo la Virgen al pie de la Cruz.
No es agradable ver a un hijo torturado en una cruz, no es agradable ver a un hijo morir, no es agradable ver cómo insultan a un hijo. Podía habérselo ahorrado, pero ese viernes santo no podía estar la Virgen en otro lado. Tenía que estar allí con su Hijo, en la hora de la Redención, en la muerte de su hijo en la cruz. Jesucristo no nos salvó por sus palabras, ni por sus milagros, nos redimió con su muerte en la cruz.
No dejes de decirle al Señor en tus momentos difíciles: aquí estoy Señor contigo, pero ayúdame porque esto es superior a mis fuerzas. ¡Qué así sea!
