XXIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo B-


Domingo 08 / SEP

Mc 7, 31-37

«Hace oír a los sordos y hablar a los mudos»

Hay una caricatura que a lo mejor ustedes han visto, incluso la ha convertido hasta en un emoticón del WhatsApp, la de los tres monos: uno se tapa los ojos, otro la boca y un tercero los oídos. 

Esos tres monos representa al hombre egoísta que no quiere oír la súplicas, las peticiones de ayuda de quienes lo rodean, no quiere ver las injusticias ni el dolor a su alrededor, no quiere hablar, no quiere prestar su voz para denunciar esas injusticias.

No quieren ver, ni oír, ni hablar. La máxima que muchos asumen en su vida es no quiero problemas. Incluso cuando ven que alguien asume una posición crítica enseguida salen a advertir, cuidado te metes en problemas. 

El egoísta no sabe que algún día necesitará que alguien los vea, los escuche y hable a si favor. El egoísta mata, no solo a la víctima del egoísta sino también al propio egoísta.

El Señor hace en aquel hombre del evangelio de hoy y en nosotros un gran milagro, el milagro de la conversión. Cuando te acercas al Señor, enseguida ves, oyes y también hablas. 

Empiezas a oír cosas que no habias escuchado y a decir cosas que te habías callado. 

Cuando te acercas al Señor y empiezas a hacer un camino de conversión empiezas a ver por ejemplo que el Señor está solo en el Sagrario, empiezas a ver a los pobres, a los que sufren. Antes pasabas por su lado pero no los veías. Y empiezas a oír la voz de Jesús.


De repente este sordo y ciego empieza a oír, a ver. Ahora el Señor ha roto tu ceguera y ha abierto tu ojos, y también empiezas hablar con paz, con argumentos, con respeto, pero con defensa a Jesús y a la Virgen María. Y prestas también tu voz para los que no pueden hablar: por los niños no nacidos, por los ancianos, por los enfermos. Intentarán callarte, pero ya no puedes callar porque Jesús está dentro de tí. 


Te hace ver, te hace oír, te hace hablar. Ese milagro de Jesús hoy se sigue realizando hoy en tí y en mi. Antes Señor no veía, antes Señor no oía, antes Señor no hablaba. Ahora Señor me he encontrado contigo, Tu te has encontrado conmigo, Tu has entrado dentro de mi, Tu has roto mi sordera, has curado mi ceguera, y ahora hablo Señor de tu maravillas y de la necesidad que tienen los indefensos de ser defendidos. ¡Qué así sea!




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GRACIAS VIRGEN DE LA CABEZA