XX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo B-


Domingo 18 / Ago
Jn 6, 51-58
«Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida»

El capítulo 6 del evangelio según San Juan tiene de parte de Jesús, unas exclamaciones que los biblistas dicen que son palabras mismas de Jesús. Es decir, que no son ninguna interpretación posterior de los autores del Evangelio (también esas posibles interpretaciones son Palabra de Dios) Pero estas y otras exclamaciones son auténticamente y estrictamente Palabras del Señor porque fueron palabras que el evangelista o la comunidad que escribió el evangelio podía haberlas suprimido o haberlas matizado, sobre todo por la fuerte crisis que causó en sus discípulos que decidieron no seguir más a Jesús. 

Estás exclamaciones son:
Yo soy el Pan Vivo que ha bajado del cielo.
✓El que coma de este Pan vivirá para siempre.
✓El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.

Realmente y verdaderamente Jesús hizo estas declaraciones. Y las hizo sabiendo Jesús que eso iba a causar crisis y conflictos, muchos incluso dejaron de ser sus discipulos, porque no estaban dispuestos a ser caníbales. 

¿Qué hace Jesús ante ese conflicto que genera su palabra? Fíjense la respuesta de Jesús: «Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera be­bida» Repite repite una y otra vez las palabras 'comer', 'carne', 'pan', 'sangre', 'bebida'.
Jesús no está hablando aquí de modo figurativo, de modo parabólico, aquí habla de modo literal. Jesús hace ÉNFASIS en esto. 

Él es el Pan Vivo, no muerto, muerto es el que nos comemos todos los dias, comemos cadáveres, pero aquí ahora mismo vamos a comer un pan vivo, su cuerpo y su sangre, y aquí habla del sacrificio de la Cruz.

Y lo hace porque Jesús está hablando de la vida eterna que nos quiere regalar sentándose con nosotros en su mesa para alimentarnos de El mismo. 

Por eso la Eucaristía tiene que ser para nosotros el alma de nuestra vida, de nuestra semana. Aquí venimos a comer su cuerpo y a beber su sangre, venimos a comer de ese sacrificio de Cristo en la cruz. 

Los místicos nos han dado ejemplo de eso, tenemos al Padre Pio que sentía que subía al calvario y a la cruz cuando celebraba la Eucaristía. Místicos que se han alimentado solo de la Eucaristía, nosotros tuvimos una beata, la Madre María de San José.

Quien se ha ido de la Iglesia es porque nunca valoró el misterio eucarístico, se fue con los evangélicos porque allá cantaban bonito y tenían batería y guitarra, porque aquí solo veían al cura aburrido y amargado, y nunca vio a Cristo, el Pan de Vida. Cristo que está presente en la Sagrada Hostia totalmente: su cuerpo, alma, sangre y divinidad.

¿Por qué el Señor quiso quedarse en el Pan y en el Vino? Por puro amor, aunque el hombre sea un pecador. Por eso en esa historia de amor de Dios por los hombres entra la Eucaristía, como pasó con la Encarnación cuando el Verbo se encarnó en el vientre de la Virgen María.

Si Cristo no puede vivir sin nosotros, tenemos entonces que decirle que no podemos vivir sin Él. Y vivir con Cristo es comulgar. Queremos vivir en Él, queremos que Él entre en nosotros, queremos dejarnos asumir con Él. Para vivir con Él, para vivir por Él porque su carne y su sangre me dan vida, y vida eterna; porque su cuerpo (pan) y su sangre (vino) nos dan la sabiduría, de esa que ha necesitado el hombre siempre para ser feliz.

Esa sabiduría de la que hoy habla el libro de la Sabiduría, personificada también en un banquete: el del pan y vino, como el qje estamos celebrando. Esa sabiduría que es banquete de su Palabra que nos invita a la moderación hoy en la segunda lectura y en la que Pablo nos dice: No se emborrachen con vino, que lleva al libertinaje, sino déjense llenar del Espíritu.

Comemos hermanos el Pan de la Palabra, el Pan de Vida, el Cuerpo y la Sangre de Cristo y permitamos que Él Espíritu Santo nos sacie, nos colme, nos llene de sus dones. ¡Amén! ¡Qué así sea!

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GRACIAS VIRGEN DE LA CABEZA