XVIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo B-
DOMINGO 04 / Ago
Jn 6, 24-35
«El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed»
La gente ve en Jesús un gran tipo, un tipo digno de hacerlo Rey; pero Jesús huye porque su Reino no es de tu mundo.
Hoy Jesús se enfrenta a esa gente y les dice: «ustedes me buscan no porque han visto signos», solo ven milagros y se benefician de los milagros, pero no ven el signo. Diríamos que no han visto el significado. Si han comido, han visto curaciones y liberaciones, han visto reanimaciones pero no han visto el SIGNO.
Y ellos le preguntaron: ¿Qué signo haces tú? Bien caraduras esa gente, después de haber visto lo que Jesús había hecho; incluso le dicen que Dios hizo el signo del maná en el desierto y le preguntan ¿y tú qué haces? Osea, ¿eran los mismos de la multiplicación de los panes y los peces? Claro que eran los mismos, pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Y así hay muchas personas, ¡ciegos!, porque no quieren ver lo que Dios hace, porque no se dan cuenta que lo esencial solo se ve con el corazón. Siempre recuerdo aquel chico que estaba vivo de milagro, milagro certificado, incluso sirvió el milagro para llevar a los altares a su intercesora. Y resulta que el chico era ateo. ¡¿Cómo puede suceder eso?! Porque no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Gente que pide pruebas y pruebas para creer. Empeñados en buscar motivos para no tener fe. Así por ejemplo con lo de los curas malos, que los hay, no vamos a negarlo. ¿Pero no hay también curas buenos que son la mayoría? Solo viendo a los malos y poniendo excusas para no creer. Allí no hay nada que hacer, ni milagros, ni argumentos, ni nada. ¡Ciegos!
La segunda parte del relato de este evangelio va dirigido a afrontar el problema con el que Cristo se encuentra, porque para Cristo era una situación muy molesta que esta gente no quisera entender, no querían ver el signo del milagro, el significado.
También nosotros a veces tenemos que plantearnos hablar de ese modo. Siempre recuerdo a una madre que vivía con su hijo mangansón de más de treinta años y que lo único que hacía era dormir y ver TV, y aparte criticaba mucho a su madre porque iba a la Iglesia, a la Misa diaria. Y eso era un machaque, hasta que un día le dije a la señora: "tienes que ser frontal", con caridad pero frontal.
Es verdad que debemos tener mucha paciencia, pero ya ella le tuvo que parar los pies y le dijo: sino fuera porque yo me sacrifico por ti, sino fuera porque voy a fortalecerme con la Misa diaria para soportarte, tienes treinta y pico y sigues viviendo de mi miserable pensión. Sino fuera por eso estarías a la interperie o debajo de un puente. Me dijo la señora que desde ese día su hijo empezó a cambiar, se fue del país y ahora religiosamente envía remesa a su madre. ¡Bendito sea Dios! Ah y va a Misa.
¿Por qué sigo yo a Jesús? ¿Lo sigo por interés? ¿Lo sigues cuando te va bien o cuando te va mal para que te vaya bien? Hay un momento en la vida espiritual de purificación, de desolación, de aridez en la oración.
Lo que hace una mamá con su bebé: lo pone en el suelo, porque tiene que aprender. Y sí, se pone a llorar, pero sino lo pone en el suelo se acostumbra a estar siempre en los brazos de mamá. Cuando Dios nos ponga en el suelo, pidámosle fuerza para que las piernas no nos fallen.
Hoy de modo frontal Jesús les dijo aquella gente: «Yo soy el Pan de Vida» No vine para llenarles el estómago o curarles las enfermedades físicas. Vine para que tengan Vida en abundancia, esa Vida que no te la quita el hambre o el cáncer, o la pobreza. Esa Vida puede ser Eterna si tú quieres, tienes que trabajarla, tienes que poner de tu parte. No es gratis, tienes que forzarte.
Es como la Eucaristía, cuando te acercas a comulgar, nadie te cobra y a lo mejor no echaste nada en la colecta; pero no es gratis porque requiere el esfuerzo de mantener el estado de gracia de Dios.
Esto es lo más importante para un cristiano católico, estar siempre preparados para poder comulgar, porque esa comunión nos llevará al cielo en la otra de nuestra muerte. ¡Qué así sea!