LA ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA
Lc 11, 27-28 / Lc 1, 39-56
LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN
Hoy celebramos el último de los dogmas marianos declarados por la Iglesia (1950), eso no implica que sea el último, ni tampoco que a partir de allí María está en el cielo en cuerpo y alma; de ningún modo. La Iglesia lo que ha hecho con la declaración del dogma es confirmar lo que el pueblo siempre ha creído: que la Virgen, nuestra Madre está en el cielo.
Jesús quiso llevarse al cielo en cuerpo y alma a su Madre. Ella está ya glorificada en el cielo. Allá está no con su alma sino también con su cuerpo. ¡María ha Resucitado!
Ella ha tenido el privilegio porque su cuerpo no conoció la corrupción, hay una tradición que habla de la dormición de la Virgen, que sería ese tránsito al cielo sin pasar por el sepulcro.
Nuestro Señor necesitaba a su Madre viva en el cielo, completamente, totalmente, con todo y cuerpo. Esta mujer que sube al cielo en cuerpo vivo es también la carne de Jesús. Jesús había tomado la carne de Ella y solo de Ella. Pero también sube su Alma con todo lo que Ella representa.
De este modo también queda glorificada la maternidad, cualquier maternidad es gloriosa, cualquier maternidad es canonizable. La maternidad, y por supuesto la paternidad, abren la puerta a los cielos.
Es también glorificada todas las virtudes de María. La primera, la Fe de María; fe que María vivió como confianza. La fe de María nos lleva a la seguridad de que no estamos solos. Nunca dudemos. Necesitamos la Fe de la Virgen, es el modelo máximo.
La segunda virtud de María es la Esperanza y María lleva a plenitud esa virtud. Ella tuvo la esperanza en sus brazos, dejó que Dios fuera Dios. Partiendo de la confianza en Dios, María se hace un templo de Esperanza.
María está en el cielo en cuerpo y alma, es nuestra abogada, intercede por ti, reza por nosotros y María es modelo de Fe y de Esperanza, esa fe y esperanza que necesitamos para ir al cielo. ¡Qué así sea!