XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -B-

Domingo 28/Jul
Jn 6, 1-15
«Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron»

En el evangelio de hoy el Señor hizo un milagro. Siempre los hizo, los hace y los hará porque es Dios y eso es normal que Él obre por milagros, los milagros existen.

El pan partido y la acción de gracias de este milagro de la multiplicación de los panes en el evangelio de Juan, nos hacen referencia a la Eucaristía en la Última Cena.

En este milagro Jesús se hace pan de vida para alimentar a los hombres y asi lo va a explicar en en capítulo seis de este mismo evangelio. La Eucaristía es el gran encuentro permanente de Dios con el hombre, un encuentro en el que el Señor se sigue haciendo presente como nuestro alimento en el que se da así mismo para transformarnos en Él. Aquí Dios nos alimenta.

Los católicos hemos dejado de creer en los milagros, pasa con este milagro. Tiene una interpretación desde la perspectiva de la humanidad, de la solidaridad. Para muchos el milagro fue un puro compartir, pero no es así. Creer eso es dejar de creer en el poder de Dios. Dios puede intervenir en mi vida y en la naturaleza porque Él es el Creador.

Si yo no creo en el poder de Dios y en el Amor de Dios, entonces yo he perdido la fe. Porque Dios por amor a mí me puede curar de la enfermedad que tengo. Lo puede hacer porque es Todopoderoso y porque me ama. Cristo hace milagros y los hace porque es Dios, porque es el Señor. 

Jesús, al concluir ese banquete de panes benditos y multiplicados tiene que huir. ¿Por qué huye? porque lo quieren hacer Rey, es la única vez que se relata una huida de Cristo. No huye en el huerto de los olivos, no huye en la casa de Anas y Caifas, no se baja de la cruz como se lo pedian sus verdugos. Pero cuando lo quieren hacer Rey, huye.

Huye porque su Reinado no es de este mundo. Sí, Él es Rey. Pero su Reinado no es político ni militar, quiere reinar en los corazones de quienes lo reciben libremente, en los corazones mansos y humildes como el de Él.

Y Él quiere que en este mundo se instaure su Reino, un Reino de justicia y paz, un Reino de fraternidad y de misericordia. Por eso nos enseñó a pedirlo: Venga a nosotros tu Reino, y nos enseñó también a trabajarlo, a forjarlo con nuestra voluntad.

Un cristiano, sea de la confesión que sea, no puede vivir aislado al acontecer del mundo, de su patria, de su realidades temporales. Nos tiene que preocupar que haya gente que no coma, que no tenga como comprar medicinas, que no tenga un salario digno y holgado. Nos tiene que preocupar la justicia social, eso no podemos dejárselo solo a los políticos.

 Que El Señor nos ayude a buscar el modo de dar de comer a los que tienen hambre, de darle alegría a los tristes, consuelos y compañía a los solos, ánimo a los enfermos y cobijo al que no tiene casa. Jesús hoy nos invita a involucrarnos en esas tareas, cuando nos dice: «denlés ustedes de comer». Qué El nos ayude con su fuerza y poder para que su Reino llegue ya. ¡Qué así sea!


 

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