XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo B-

Domingo 23 / Junio
Mc 4, 35-40
«¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»

Este prodigio del lago de Genezareth está cargado de una gran enseñanza. Estás tormentas son comunes en nuestra vidas, siempre ante algún proyecto llega algo inesperado: enfermedades, crisis económica, crisis social de nuestros países. 

Vemos en este evangelio la experiencia de nuestro propio miedo, de nuestras propias confusiones. Vemos nuestros propios gritos de angustia, por la enfermedad, por la situación familiar, por nuestra incapacidad de resolver, ¡Gritamos!: "¿no te importa Señor, no te importamos Señor?"  

Por eso en la oración colecta de hoy le pedimos al Padre que nos conceda vivir en el Amor y en el respeto a su Santo Nombre, ese Amor que es el sólido fundamento de nuestras vidas. Ese amor al cuál podemos recurrir cuando se nos hace todo líquido en nuestras vidas, cuando todo se desmorona. 

Nosostros hemos sidos salvados en el sólido fundamento de su Amor, en su Amor hemos sido salvados, por eso en el Amor no hay temor. Y esa es la experiencia de la fe, no hay temor, sabemos que Él nos salvará.

Es el grito de la oración, es el grito débil y a veces apagado en el que clamamos el nombre del Señor: "Jesús". Jesús que significa aquel que salva, aquel que viene a salvarnos del sufrimiento haciéndonos experimentar la fuerza de su amor. 

¡Cuánta confusión vivimos!, ¡cuánto desconcierto y perplejidad! Y clamamos como los apóstoles: ¡¿Señor no te importa?! Es obvio que nos pone a prueba. Siempre actúa pero siempre también nos recuerda nuestra falta de fe y confianza. Pero Jesús responde. 

¿Qué sucedería si decidimos no confiar en Dios? ¿Y si la tormenta no pasa? ¿Qué vas hacer? ¿Te vas a bajar en medio de la tormenta? ¿Tu crees que por eso va amainar la tormenta?
Cuando estés en la tormenta, aunque sea muy duro, lo primero es confiar en Dios. 

¡El único lujo que puedes darte en medio de tu crisis económica es NO perder la fe! La tormenta pasará, seguro, más tarde o más temprano y si has confiado en El no escucharás que te reproche tu falta de fe. 

Es verdad que le puedes pedir al Señor que te acorte el tiempo de la tormenta, puedes pedirle eso, por supuesto; porque no estamos diseñados para vivir en las tormentas.

Pasa que también cuando llega la tormenta no recordamos que ha habido días bellos y luminosos, porque no sabemos agradecer.

En este domingo la Palabra nos ayuda a vivir en la fe y a vivir de la fe que hemos recibido de la Iglesia. Esa fe que nos hará pasar a la otra orilla de la mano de Cristo que calma nuestras tormentas y nos hace pisar en el sólido fundamento de su Amor.

Justo en la tormenta no dejes de decir: «Señor, yo confío en ti y me abandono en tus manos» ¡Qué así sea! 

Entradas más populares de este blog

Algo de mi, 25 antes y después.-

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo C-

GRACIAS VIRGEN DE LA CABEZA