XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo B-

Domingo 16 / Junio 
Mc 4, 26-34
«Era la semilla más pequeña, pero se hace más alta que las demás hortalizas»

Con frecuencia escuchamos lamentaciones del momento presente, lamentaciones acerca de leyes contra natura que se promulgan incluso en países de antigua tradición cristiana; lamentaciones también de la vida disoluta e inmoral de nuestros jóvenes. 

Y todas esas lamentaciones no son de ahora. También en otros siglos existió el infanticidio, como ahora el aborto, y también existió existió la terrible esclavitud. 

No creamos que nuestra generación es peor, la diferencia está en que las otras generaciones no eran ateas como la nuestra, ahora nos toca vivir una generación atea, impía y nihilista. 

Los primeros cristianos no tenían capacidad de influir para nada en la sociedad de entonces; lo que hacían era creer en la fuerza de su fe. Era en lo único que creían y lo único que los sostenía, en la fuerza de la fe, como la fuerza de la semilla que germina en la tierra.

El Señor cuando nos habla del Reino de Dios, pone siempre ejemplos de cosas que son pequeñas: la levadura en la masa, el grano de mostaza, la pisca de sal, la luz de un pequeño candelabro con una pequeña vela.
Lo que nosotros tenemos que hacer es mantener la fe en la fuerza de lo que tenemos. 

Jesús con la parábola del grano de mostaza nos está diciendo que no tengamos miedo a ser pocos, que no tengamos miedo al número. Que lo importante no es ser mucho, que lo importante es ser fieles a Cristo. La Iglesia no puede ser moderna, porque lo que hoy es moderno mañana es viejo. La Iglesia tiene que ser fiel. 

No hay que tener miedo a ser pocos, pequeños como el grano de mostaza. Ya hemos sido granos de mostaza; como en Pentecostés, ¿cuántos éramos? 11 apóstoles muertos de miedo y una mujer ¡Qué Mujer! La Santísima Virgen María. 

Decía en una ocasión el Cardenal Ratzinger que la pretensión más inaudita y más sorprendente y molesta del catolicismo es la de decir que tenemos la plenitud de la Verdad, y tenemos que creer eso porque aqui está Cristo, aqui se custodia íntegro el mensaje de Cristo; tenemos la Verdad, no medias verdades, no un poquito de verdad; porque Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida; no una verdad, sino La Verdad. Tenemos que creer en la fuerza de lo que tenemos. 

Es la semilla de la que nos habla la primera parábola de hoy, no tenemos que hacer nada. Solo sembrar, el mensaje tiene su propia fuerza. Eso no hay que dudarlo. El evangelio tiene en si mismo una fuerza transformadora que no depende de ti, ni de mi. Si yo hiciera depender de mi el crecimiento del evangelio, entonces esto sería un fracaso. Ustedes se van de aquí con la semilla sembrada, lo que tienen que hacer es ponerse en disposición a ser esa buena tierra de la que el evangelio nos habla.

El mundo se destruye a sí mismo, y es especialista en destruir. Destruye a las familias, destruye a los niños que no han nacido. Solo es capaz de destruir y esa destrucción se convierte en autodestrucción. Antes el mundo pedía tolerancia y respeto, pero hoy ofende, manipula y agrede. 

Pero eso, repito, lo hemos vivido ya. ¿O es que acaso los primeros cristianos no tuvieron que enfrentarse a una sociedad abominable? Claro que sí, lo que pasa es creyeron en la fuerza de lo que tenían, sabían que tenían la plenitud de la Verdad. 

De tantos siglos que tenemos enfrentándonos con el mundo, ya tendríamos que tener experiencia, sobre todo tener aprendido que la Verdad que anunciamos es plena y total. 

Cristo ha vencido y vencerá. Mantengámonos esa fe y Verdad; que lo único que nos importe es no separarnos de Cristo. Jamás pensemos, nunca, que separándonos un poquito de Cristo seremos menos desagradables para él mundo, porque eso nos llevará a la destrucción.

En un contexto agresivo como en el que hoy vivimos tenemos la tentación de pensar que para tener éxito tenemos el precio de no molestar, tenemos la tentación de optar por lo políticamente correcto; y para el cristiano eso no puede ser así. 

La Iglesia no puede sucumbir a las prentesiones del mundo, la Iglesia existe para ser fiel a Cristo y anunciar a Cristo desde su Verdad, siendo defensora de los principios que salen de los evangelios. 

Creemos en Cristo y en su Fuerza. Qué con la ayuda del Espíritu Santo seamos testigos de Cristo en medio de esta sociedad desnaturalizada y desmoralizada. ¡Qué así sea!


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