DOMINGO X del Tiempo Ordinario -Ciclo B-

Domingo 09 / Junio
Mc 3, 20-35
Satanás está perdido.-


El pasado viernes celebramos la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. La cual es una solemnidad que estamos invitados a celebrar todos los primeros viernes del año, acercarnos a ese corazón humano y divino, ese corazón que entiende nuestro sufrimiento.

 
Y al día siguiente, ayer, celebramos el Inmaculado Corazón de la Madre, que también fue traspasado por una lanza. Ella en su alma, su Hijo en su alma y en su cuerpo.


Hoy el Génesis, nos recuerda cuando el mal entró en el hombre. Aquel que era imagen y semejanza de Dios, aquel que era libre, que era sólido en la bondad, ahora se esconde y tiene miedo.

 
El Génesis nos dice que Dios se paseaba en el paraíso pero en ese relato de la caída Díos camina solo y pregunta por el hombre. El hombre dejó entrar el mal en su vida, y ahora se deja llevar por el miedo y las angustias, por la tristezas, perdió el sentido de la belleza en la vida.

 
El demonio sabe usar los mejores disfraces para acercarse a nosotros. Se disfraza de la forma más atractiva posible, nunca se nos va presentar de modo monstruoso, saldríamos corriendo.

 
Nos engaña para que pequemos, y el pecado nos causa vergüenza, nos da pena, por eso Adán y Eva se esconden. El problema es cuando la vergüenza nos gana,  cuando no damos el paso a la reconciliación con Dios.

 
Si esa vergüenza nos sigue ocultando de Dios podemos pecar y pecar una y otra vez hasta llegar a acostumbrarnos a esa vergüenza y romper el sistema de la buena conciencia. Y nuestra buena conciencia está la enemistad con el diablo, el problema es cuando esa conciencia se rompe, terminamos enemistados con Dios.

 
En el Evangelio, los parientes de Jesús creían que se había vuelto loco, y los dirigentes religiosos creian que actuaba movido por el demonio. Todo eso lo observaban porque Jesús era un hombre distinto. En su rectitud, en su bondad, en su libertad, en su coherencia.


Jesús tocaba a los leprosos, amaba a sus amigos, se sentaba en la mesa con los pecadores; por eso era tachado de loco o de poseído. Así a mucha gente hoy, a la gente libre y fundada en la Verdad la tachamos de locos o endemoniados.

 
Pero Jesús se enfrenta a esos juicios y nos presenta al Espíritu Santo, el único que puede decir lo que es bueno o malo. Por eso, el que cree que lo malo es bueno, ese peca contra el Espíritu Santo, ese blasfema contra el Espíritu Santo. Ese no puede salvarse.

 
Jesús nos dice que la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada.  El Espíritu realiza la obra buena de Dios, por tanto renegar contra el Espíritu Santo es cerrarse a la obra redentora de Dios. Es como si un hambriento muriera maldiciendo la comida que tiene en su nevera, o un sediento muera maldiciendo la fuente que tiene en su cara.

 
Cuando el mal lo dejamos entrar en el mundo lo que viene entonces es el caos. Pero la esperanza está ahora en lo que Cristo ha venido a traernos, podemos restaurarnos, el Espíritu Santo puede hacernos nuevas criaturas. ¡Envía Señor tu Espíritu para darnos nueva vida!

 
Si tú no aceptas ese Espíritu tu pierdes, Dios no te puede perdonar si tú no pides perdón. Si sigues aceptando libremente el mal atente a las consecuencias. Jesús te ofrece su Vida, pero el mundo también te ofrece su modo de vivir, ¿por cuál vas a optar? ¿por la mundaneidad o por la Vida en el Espíritu Santo?


Jesús nos propone su estilo de vida, su libertad, su coherencia, su bondad. Pero es necesario dejar actuar al Espíritu Santo. Ese Espíritu Santo nos salva de la confusión, la confusión es ese reino dividido que no puede subsistir y del que Jesús nos habla en el evangelio. 


Cuando optamos por la confusión nos dividimos y no podemos subsistir. Hay confusión en la familia, el padre dice algo y la madre dice otra; hay confusión en la Patria, no nos ponemos de acuerdo; hasta en la Iglesia hay confusión, los cristianos católicos no tienen un criterio sólido de cómo actuar, en qué creer, en qué esperar. Mucha confusión! El Espíritu nos salva de esa confusión.! 


También podemos entender ese pecado contra el Espíritu Santo como LA RESIGNACIÓN. Sí, cuando crees que ya no puedes hacer nada, que ya no hay solución, cuando dejas de luchar.


Siempre he admirado al grupo de los Alcohólicos Anónimos. Son gente de Esperanza. Ponen su voluntad y esperan luego todo de Dios. Y se sanan, y dejan la bebida para siempre. Solo no puedes, pero con el Espíritu Santo si puedes.

Hoy Jesús nos dice que podemos ser sus familiares, no por la sangre sino por las obras. Si obramos con la acción del Espíritu Santo, entonces podemos ser hermanos, hermanas, y hasta madre de Jesús; pero nuestras obras tienen que ser de justicia y santidad. 

 Ábrete a la acción de Dios en tu vida. ¡Que el Espíritu Santo nos defienda! ¡Qué así sea!

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VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -Ciclo C-

GRACIAS VIRGEN DE LA CABEZA