Palabras de acción de gracias del Pbro. Gustavo Ulloa Suárez en sus Bodas de Plata Sacerdotales.
Excmo. Mons. Enrique Pérez Lavado.
Primo y hermano sacerdote Néstor Luis Ulloa y familiares aquí presentes.
Hermanos sacerdotes.
Hermanas y hermanos en Cristo Jesús:
Han sido 25 años, pero realmente pareciera que fueran 100, lo digo porque en estos últimos años el mundo cambió de un modo tan vertiginoso y tan precipitado que nos ha convertido en testigos de lo que antes sólo podíamos imaginar.
Lo inimaginable se ha vuelto una realidad. Cuando yo fui ordenado sacerdote no existían las RR.SS. y comenzaron a existir incluso cinco años después. El mundo cambió, y sigue cambiando.
Y en medio de todo ese torbellino diario de tecnología, de internet, de invenciones asombrosas seguimos los cristianos católicos alrededor de la Mesa del Cordero Eterno, del Cordero Triunfante, del Cordero que permanece ayer, hoy y siempre: Jesucristo que sigue siendo el mismo en todos los tiempos.
Yo quiero que proclamen conmigo hoy, desde mi indignidad, la grandeza del Señor, quiero que todos elevemos ese Magníficat al Señor, le he pedido a la autora de ese cántico evangélico, la Virgen María, nos permita unirnos a ella y a los santos, a Santa Rita mi madrina de Ordenación, a los beatos venezolanos y con todos los sacerdotes que conocí y ya están viendo a Dios.
Cantemos todos ese cántico de Esperanza de la Madre, ese cántico que nos llena de alegría porque sentimos cómo el Poderoso hace grandes obras en nosotros.
Las palabras sobran en este momento. Por fortuna existe esa palabra tan bella en nuestro idioma y en todos los idiomas que resume todo lo que queremos expresar en momentos como este, esa palabra es GRACIAS.
A Dios doy gracias por sus "Amenes" en mi vida, perdónenme si el Amén no tiene plural, pero es que no ha sido uno, han sido dos, tres y no sé cuántas veces Dios ha dicho AMÉN sobre mi. De seguro estoy que de todas las oraciones de ustedes por mi, a todas Dios les ha dicho Amén, y ese Amén me llena de esperanza y de coraje para seguir apostando por el Reino de Dios en la tierra, por seguir estando bajo el estandarte del ejército de Cristo.
Gracias familia, gracias papá (no pudo estar aquí por graves razones familiares), cuenta con mi oración papá, gracias por haber sido un padre, por nunca ausentarte de mi vida. Gracias madre, tu me has mostrado el Amor de Dios, contigo aprendí a amar, a perdonar, a vendar una herida, a dar una y otra oportunidad, por ti estoy aquí. Tú y yo lo sabemos.
Gracias a mis hermanos sacerdotes, ustedes son mis hermanos, sin ustedes yo no tendría identidad, porque mi identidad sacerdotal la perfilo viéndolos a ustedes, compartiendo con ustedes, gracias también a los sacerdotes que ya no están, que fueron mis amigos y se que lo siguen siendo desde el cielo.
Gracias también a los Seminarios que me formaron. El San Buenaventura en Mérida y El Santa Rosa en Caracas, y gracias al Seminario San Pablo de nuestra diócesis que tiene como lema en su escudo: 'Nueva Evangelización', invitación del Papa San Juan Pablo y que en otras palabras pero con el mismo significado es lo que nos pide el Papa Francisco hoy cuando nos habla de una 'Iglesia en salida'.
Gracias a mis obispos, gracias Monseñor Enrique, gracias por su paciencia y gracias también por mostrarme en el momento más difícil de mi vida que la Misericordia de Dios es palpable, gracias por tu corazón de Pastor. Y gracias al obispo que impuso sus manos sobre mi y sobre tres sacerdotes más aquella mañana del 22 del Mayo, al Cardenal Diego Padrón, le pido a Dios la gracia de poder verlo personalmente para darle las gracias por la confianza que tuvo conmigo, por sus enseñanzas, por su experiencia y su amor a esta diócesis que siempre le va agradecer el Seminario y el proyecto pastoral que aún nos mueve.
Gracias a todos ustedes hermanos y hermanas, gracias a las parroquias a las que he servido: San Carlos Borromeo de Uracoa, Sagrado Corazón, San Pedro Apóstol y San Rafael de Caripito, Cristo Resucitado de Maturin. Gracias por lo que aprendí de ustedes, gracias porque se dejaron apacentar por este indigno e inútil pastor.
Hermanos, nunca imaginé esta demostración tan grande de afecto y cariño que me han dado. De haber estado en Europa hubiese hecho una peregrinación por los santuarios marianos y hubiese terminado hoy en Casia donde Santa Rita. Pero Dios dispuso de otra cosa, Dios me volvió a traer a Maturin como siempre ha hecho, aquí quiere que esté y aquí estoy ya convencido que quiero estar hasta el día que escuche del ángel la trompeta en el juicio final.
No deseo nada más que servirles y llevarles a la Vida que es Cristo, Cristo es la Vida, vivir es Cristo. Decía San Pablo, para mí la Vida es Cristo y morirme es una ganancia. Yo eso lo experimenté. Y llegar a este jubileo sacerdotal habiendo experimentado esa verdad de fe es para mí una ganancia enorme; ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mi.
No tengas miedo de gritar tú también, en medio las dificultades de cada día, en medio de tus necesidades, en medio de tus conflictos no dejes de decir y creer en esa palabra de Dios: «Para mí la vida es Cristo». (Filp 1, 21)
Alégrense hermanos y hermanas, alégrense en la esperanza que no defrauda, y como decía Pablo a los romanos les digo yo hoy a ustedes: «sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración».
Gracias, Gracias, Gracias.