DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

Domingo 07 / Abr
DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA
Jn 20, 19-3


«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

 
Hoy es un día en el que se celebran muchas cosas, y es difícil presentar una meditación de todas en un conjunto. Vayamos por parte.


Primero, el evangelio de hoy. Con la aparición de hoy contemplamos la prueba definitiva de la resurrección del Señor. Estamos ante la duda de un apóstol, y ese era el ambiente general. No creian. Es Cristo Resucitado el que les hace creer.


Les hace creer que El es el Hijo de Dios Vivo hecho hombre, les hace creer que su mensaje viene de Dios, que hay Vida Eterna, que el amor es más fuerte que el pecado y que es más fuerte la vida que la muerte.


Tomás, el apóstol, pide condiciones para creer. Pide tocar al crucificado. Y Jesús aparece, podríamos decir que lo complace en su petición.


Pero lo que viene ahora es más hermoso, es la exclamación!! de Tomás: ¡Señor Mío y Dios Mío! Es la primera vez que un apóstol de forma explícita declara y confiesa la divinidad de Jesús. 

Digo la primera vez en un apóstol, porque ya antes otros personajes del evangelio lo habían hecho, como por ejemplo San Dimas el crucificado al lado de Cristo, que le pide lo reciba en el Paraíso, en el cielo, y le dice al otro crucificado que insulta a Jesús: "ni siquiera tienes tu temor de Dios, estando tu en el mismo suplicio".


Es la Resurrección, un hecho histórico que se podía tocar, la que lleva a estos hombres a dar el paso a la fe en el Resucitado. Y le dice Jesús: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Es decir, nosotros que no hemos visto al Resucitado, menos hemos tocado sus heridas. Y sin embargo creemos, por eso somos dichosos. Y creemos por el testimonio de éllos.

Y convirtiéndonos nosotros a la vez en testigos cuando decimos: "aquí tienes mis heridas" ¿Cuáles? Las nuestras: una convivencia difícil, la enfermedad, la precariedad, la soledad, etcétera. Y en lugar de estar maldiciendo y murmurando, planificando venganza y llenándome de odio y rencor, entonces me esfuerzo por sonreír, por seguir llevando mi cruz de cada día; y no porque sea superman, porque superman no existe. Sino porque Cristo está Resucitado en mi y me da la gracia, me da la fuerza.

Imagina lo difícil que es hoy educar a los hijos. Pero Dios te regala la paciencia, la fuerza, la dedicación para que puedas asumir esa misión. Así como es difícil aguantar en un matrimonio, cuidar a una madre anciana, etcétera. Tu puedes responder: «Cristo está Vivo y vive en mi, Él me da la fuerza. Estas son mis heridas, yo no soy mejor que tú, no soy más fuerte que tú, pero Cristo me hsve capaz y tu también puedes hacerlo. Convierte a Él»


La segundo del día de hoy es la fiesta de la Divina Misericordia, la Misericordia de su Sagrado Corazón. Cristo ha venido para salvar, para perdonar, para dar Misericordia. Esta aparición del siglo pasado a Santa María Faustina en Polonia, es la devoción de nuestros tiempos modernos.

 
Hoy más que nunca necesitamos aferrarnos a esa Misericordia porque vivimos en un mundo que ha perdido el sentido del pecado, que no quiere saber nada de conciencia moral, que no sabe lo que es pedir perdón porque no sabe lo que es culpa.

 
Hermanos, no tengamos miedo a Dios, Él es la Divina Misericordia. Ha venido para salvarnos, pero tenemos que dejarnos salvar. Tenemos que pedir perdón, porque sino hacemos inútil el sacrificio de Cristo. Sino reconocemos que somos pecadores y nos consideramos perfectos, entonces Dios no puede hacer nada por ti. Díos puede hacer algo por ti cuando tú dispones de tu libertad para buscarlo, para reconocerte pecador y pedirle perdón.

 
Seamos no devotos, sino adoradores de la Divina Misericordia. ¡Qué así sea! ¡Aleluya!

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