JUEVES SANTO

Jueves Santo 28 / Mar
Lc 4, 16-21
«Les doy un mandamiento nuevo:
Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado»

Comienza este evangelio diciendo: «sabiendo Jesús que había llegado su Hora de pasar de este mundo al Padre, Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin».

Todo es amor de Jesús por nosotros. No solo lo que va acontecer en estos tres días, estos tres días son el culmen; pero no fue el único momento, es momento culmen en la tierra, porque en el cielo nos sigue amando.

Tres regalos recibimos hoy, tres regalos mañana viernes, y un regalo el domingo. 

Hoy nos regala la Eucaristía, el sacerdocio y el mandamiento nuevo del amor.

Mañana viernes nos deja a su Madre, nos regala su Corazón atribulado y traspasado y nos regala Su Sangre. 
El día de Pascua nos regala la Resurrección, nos regala la victoria sobre la muerte. 

Comencemos con el primer regalo del día de hoy, con la Eucaristía. El símbolo del Pan que es alimento, pero que también es presencia real de Jesús. Ese pan no es algo, es alguien. Y como Alguien tiene derecho, y tiene derecho a ser recibido en gracia. Para poder comerlo yo tengo que estar en gracia, es una obligación mía para con El, que tiene derecho a que lo reciba sin pecado mortal. 

Sí, Jesús es alimento, pero es persona en ese pedazo de pan y en ese poco vino. Y esa persona ha puesto esa única condición, y tiene todo el derecho a ponerla; porque la comunión no es un derecho nuestro, es un don de Cristo. 

El se hace presente en el pan y en el vino para ayudarte a ti que eres pecador, y lo sigues siendo aún estando en gracia, y únicamente te pone está condición: tienes que estar en gracia. 

La comunión no es un regalo para perfectos, no somos dignos de que entres a mi casa decimos todos, los que estamos en gracia y los que no están en gracia. Pero los que no están en gracia no se pueden acercar porque no están cumpliendo con esa obligación. 

Quién comulga en pecado mortal comete un sacrilegio, es como volver a clavarle a Cristo otra vez los clavos, las espinas, la lanza; y todo de un modo muy simulado, como si fueras abrazar a un ser 'querido' para enterrar un puñal. 

Lo segundo que nos regaló hoy el Señor en esta noche santa fue el sacerdocio. El sacerdote es un ser humano, pero ese ser humano es un don, es un regalo; mientras no se convierta en un sepulcro blanqueado, una tumba con un piso falso.

Más allá de sus pecados el sacerdote es un don, pero tiene que ejercer su misión que es la de transmitir la Verdad de Cristo, de ser Luz de Cristo, de llevar la Vida de Cristo. Tiene un sacerdote que enseñar rectamente la doctrina de Cristo. 

Una vez a San Francisco de Asís le presentaron a un cura pecador público que vivía amancebado, lo arrastraron ante al santo en la plaza, como hicieron los fariseos con la mujer adultera, y lo pusieron al frente de este santo pobre, de hábito raído, con las manos heridas con las santas llagas de Cristo.

¿Y saben que hizo San Francisco ante este cura pecador? Se arrodilló y le besó las manos. Y les dijo: «estas manos consagran al Cuerpo De Cristo, y yo no quiero saber otra cosa».

Por eso el sacerdote es un don, aunque sea un pecador. Es un don muchísimo mayor si es un santo. El problema es cuando se convierte en un sepulcro blanqueado y se aparta de la Verdad revelada por Cristo, cuando deja de anunciar a Cristo y se anuncia a si mismo.

El tercer regalo que recibimos hoy es el mandamiento nuevo del amor, simbolizado en el lavatorio de los pies con el que Jesús reveló este mandamiento.

Para muchos, la moral católica es una loza que te ponen en la espalda y te arruina vivir los placeres del mundo, es una conciencia que fastidia. Entonces buscan trampas: es la moda, la mayoría opina, según las circunstancias, etcétera.

El dolor siempre enciende una alarma, es fastidioso sí, pero tiene esa utilidad. Si tú no haces caso al dolor a tiempo, cuando no haces caso a los síntomas, entonces es demasiado tarde. Igual pasa con la conciencia.

La conciencia es el bombillo rojo del semáforo: ¡Detente! La moral es necesaria, también es un regalo, no envidiemos a los que viven sin conciencia, a los que hacen mal, a los que roban, violan y matan. Yo no los puedo envidiar. Yo tengo que estar agradecido con Dios que me alerta con la conciencia. 

Tener moral, tener principios, saber qué es bueno y qué es malo, es un don extraordinario.
Por eso Jesús dice: les dejo un mandamiento: "amense como yo los he amado", no dijo les doy un consejo. Lo hace mandamiento porque El sabe que en ese mandamiento tenemos la Vida. 

Tres dones nos regaló el Señor en este día, frutos del amor hasta el extremo. Y cuando experimentas estos dones, te das cuenta que tantas veces has llegado a Eucaristía pensando que no tienes remedio, pero sales de aquí lavado y planchado y contento de querer seguir apostando por la Fe. 

Cuántas veces algún sacerdote que a lo mejor es más pecador que tu, te ha dado una palabra iluminadora, y cuántas veces no has hecho un mal porque tú conciencia te ha advertido que ese no era el camino, o si los ha hecho esa voz de tu conciencia te ha dicho que lo has hecho mal y que pidas perdón. 

Gracias Señor por estos tres primeros dones de los siete que me regalas está semana. Gracias Señor por la Eucaristía, gracias por tu presencia que me consuela y me fortalece; gracias Señor por ese sacerdote pecador si, pero consagrado a Ti, gracias Señor porque me has enseñado a distinguir el bien del mal, y porque tu Voz resuena fuertemente en mi conciencia y evita que haga el mal y me haga daño a mismo. 

Qué mi vida sea una Acción de Gracias, sea una Eucaristía. ¡Qué así sea! 


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