III DOMINGO DE CUARESMA -Ciclo B-
DOMINGO 03 / MAR
III Cuaresma / B
Jn 2, 13-25
«Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré»
El tema principal de este evangelio es el de la 'purificación de la religión'. Jesús no hace uso de la violencia contra las personas pera legitimar su indignación o su ira contra aquellos mercaderes que estaban en el templo. No golpea a nadie, si espanta a los animales y derriba las mesas, pero nadie sale herido por su acción.
Lo digo porque muchos quieren hacer ver esta escena como un momento en el que el Señor se impone a la fuerza contra esa casta económica que controlaba al templo con la venta de los animales que sacrificaban.
Y muchos quieren legítimar la violencia esa acción de Jesús. Pero no es verdad, Jesús es Principe de la Paz.
¿Cómo era el templo de Jerusalén? No hay en el mundo algo parecido. En el habían sacrificios de animales: bueyes, ovejas y palomas.
Hacían falta también monedas judías, llamadas ciclos, porque no podían introducirse en el templo monedas de otras naciones. Pero habían casas de cambios.
Los templos son casas de Dios, Domus en latín; y las casas de Dios son casas de oración. Las iglesias no sirven para ninguna otra cosa. La Iglesia es la casa de Dios y de su pueblo, del pueblo de Dios.
La religión tiene que purificarse, hoy como ayer, no solo del manejo económico, sino también de los abusos de la conciencia que incluso a veces derivan en abusos sexuales.
Todavía existen muchos sacrilegios en la Iglesia, y no lo digo solo cuando unos ladrones profanan un Sagrario. Se comete sacrilegio también cuando se comulga en pecado mortal, cuando teniendo impedimento para comulgar porque no estoy casado por la Iglesia me acerco sin importarme nada.
Cuándo eso pasa vuelvo a clavar a Cristo en la Cruz, vuelvo a atravesarle un puñal en su Corazón.
Incluso cuando no se comulgar ni en la mano, ni en la boca estoy también cometiendo un sacrilegio contra el cuerpo de Cristo, porque me está faltando preparación y decoro para recibir el cuerpo de Cristo; no es un bocadillo lo que recibo.
A la casa de Dios se viene a recibir dos cosas: ¿Cuáles? El perdón de los pecados y el alimento de la vida eterna.
Hace falta hoy un celo por las cosas de Dios. Necesitamos valentía para decir la verdad, porque la Iglesia es casa de Dios, y cuando nos olvidamos de esto estamos olvidando la Misión de su Fundador.
Porque Jesús lo tenía claro, aquí venimos a orar, a encontrarnos con Dios en la oración. No podemos adaptarnos al mundo y rebajar las exigencias.
El celo de la casa de Dios, y de las cosas de Dios, nos tendría que devorar. Cristo es Dios y en la Iglesia estamos para llevar a los hombres a Dios, pidamos a Jesús que nos regale su mansedumbre y su fortaleza para seguir defediéndolo a El, aunque nos cueste la vida.
El evangelio de hoy termina diciendo: "destruyan este templo y en tres días los reconstruiré". El hablaba de su cuerpo que es el nuevo templo, su cuerpo glorioso transformado por la Resurrección. Y ese cuerpo de Jesús es fuente de felicidad y de paz. Ese cuerpo se entrega en el Iglesia, parte y se comparte para alimentarnos, para darnos Vida eterna. ¡Qué así sea!