DOMINGO DE RAMOS -Ciclo B-

Domingo 24 / MAR
Lectura de la Pasión según San Marcos 

Para Jesús fue una sorpresa aquella bienvenida que le dieron en Jerusalén, porque el tenía tantos enemigos en esa ciudad que no se lo esperaba. 

Lástima que en cuestión de cinco días pasaron del "Hosanna" al "Crucifícale". Es cuestión del pueblo cambiante, tanto ayer como ahora. 
Lo importante es entrar en el misterio y descubrir el por qué aquel pueblo recibió a Jesús de manera triunfal. Nos cuesta a nosotros comprender ese porqué pero acerquemos un poco. 

Recordemos que Israel era un pueblo dominado los romanos, esa ocupación había que erradicarla, Israel tenía que ser otra vez un pueblo libre de Yaweh y para Yaweh. Siempre soñaba con su independencia, siempre soñaba con un estado teocrático, en el que religión y política no conocían de diferencias. 

Ese pueblo, que fue el que recibió a Jesús triunfalmente en Jerusalén, es un pueblo que esperaba un Libertador, y lo ve en Jesucristo. Ese no era el plan de Cristo, pero ellos lo ven así. 

Hoy también nosotros vemos a Jesús como un libertador, pero no el Libertador de una dominación política, sino como el libertador de nuestros pecados. 
Por eso hoy también nosotros levantamos nuestras ramas para significar la bienvenida de aquel que nos libera de nuestras ataduras y pecados. 

Es el tramo final de la Semana Santa. Vamos a ver el Viernes Santo al Crucificado, y el Domingo de Resurrección al Resucitado; Aquel que nos ha salvado a cada uno de nosotros, porque la salvación es global y es personal. Es para todos y es para ti.

Por eso hoy levantamos nuestros ramos, y después iremos a nuestras casas y los pondremos en nuestra puerta del frente, para decirle a todos que Cristo me ha salvado, por mi que soy un pecador murió y resucitó; me salvó del infierno y me abrió las puertas del cielo. 

Por eso estás palmas tienen que significar en primer lugar un sentimiento de gratitud. Un sentimiento de gratitud por la salvación personal. Cada uno conoce su propia historia, sabe cuáles son sus demonios, sus cadenas, sus esclavitudes, aquellas en las que ha caído, en las que estuvo o las que pudo haber caído sino te hubieses encontrado con Cristo. 

Al levantar está palma y colocarla en un lugar visible le decimos a Cristo: «Gracias, eres mi Salvador; tus heridas me han sanado; tu sangre derramada ha roto mis cadenas; me has abierto las puertas del cielo, sin merecerlo. Gracias. Todo tiene que estar orientado por tanto a la acción de gracias. Sin acción de gracias no hay catolicismo. Sin Eucaristía, que es lo que estamos celebrando, no hay catolicismo. 

Lo importante hermanos en comenzar por el sentimiento. Una religión sin sentimiento no es religión. Decía el filósofo y matemático Pascal: «El corazón tiene razones que la razón ignora».

Nosotros no creemos en el dios de los filósofos, nosotros creemos en el Dios revelado en la persona de Jesucristo. La nuestra es una religión del corazón. Es una religión de alguien que se sabe amado y ama, y agradece.

Pero hay que tener mucho cuidado con eso; porque el sentimiento es lo primero, pero en lo primero no nos podemos quedar. El sentimiento se traduce en obras. Si el sentimiento no da paso a las obras, entonces ese sentimiento se convierte en una máscara que no sirve para nada.

Tenemos que pasar del sentimiento de acción de gracias, a las obras de acción de gracias. Unas obras de agradecimiento que se dan directamente a Cristo, por ejemplo en la Eucaristía; y unas obras de agradecimiento que se dan indirectamente a Cristo por nuestras obras de caridad y misericordia para con nuestros hermanos necesitados.

Sentimientos de acción de gracias: «Señor yo te doy gracias porque me has salvado, me has restituido, no solo me has dado salud, sino que también me has dado vida nueva. Yo Señor estoy lleno de agradecimiento hacia Ti y ahora quiero mostrarte mi agradecimiento no con mis palabras, sino con mis obras. 

Que este sea el recorrido de nuestra semana santa. Levantemos los ramos en acción de gracias, caemos de rodillas el jueves santo en acción de gracias porque se quedó con nosotros en un pedazo de pan y seguiremos dé rodillas el viernes adorando ese misterio y adorando al Crucificado. Y llenaremos de alegría nuestro corazón el sábado en la noche y el domingo de Pascua también en acción de gracias. ¡Qué así sea!




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