II DOMINGO DE CUARESMA -Ciclo B-

Domingo 25 - II CUARESMA
Mc 9, 2-10
«Este es mi hijo, escúchenlo»

Nuestra memoria debería ser siempre selectiva, tenemos mala memoria para unas cosas y muy buena para otras; ¿qué es lo que olvidamos? Lo bueno, los favores que nos han hecho, no tenemos memoria para agradecer, y caemos en el desagradecimiento. 

¿Y qué es lo que recordamos? Lo malo, si alguien nos hizo un agravio por ejemplo, las injusticias que hemos padecido, etcétera. A veces incluso nuestra relación con Dios se basa en esa memoria que solo recuerda lo malo y hasta peleamos con El y le echamos culpa de nuestros males. 

En la vida hay tener buena memoria para recordar las cosas buenas siempre, allí está la clave de la felicidad. Y de lo malo sacar lecciones para no tropezar dos veces con la misma piedra. 

Todo esto que he dicho tiene que ver con el evangelio de este segundo domingo de la Cuaresma 

Jesús llama a tres de sus apóstoles: a Pedro, a Santiago y a Juan. Tenían ellos un simbolismo: Pedro, el vicario que lo hará presente cuando ya no esté físicamente; Santiago el primer misionero, el primero que salió a evangelizar y San Juan el más joven, a quien le encomienda a su madre. 

La Transfiguración fue como un complemento, porque ya ellos habían visto a Jesús curar enfermos, expulsar demonios, resucitar a los muertos, multiplicar los panes, calmar la tempestad, etcétera. ¿Qué más necesitaban para entender?, porque Jesús era consciente de que no se enteraban de nada. 

Y querían a Jesús, y creían a Jesús; pero no de la manera como Jesús quería que creyeran en El. Tanto que cuando Jesús les dice que no le cuenten lo que habían visto hasta después de su Resurrección, ellos no sabían a qué se estaba refiriendo y eso que Jesús varias veces les había dicho ya que iba a morir y que iba a resucitar.

Por tanto la Transfiguración es un complemento, un extra, un suplemento para que en la tribulación no nos veamos disminuidos, permanezcamos de pie porque Cristo es Dios. 

Lo lamentable es que la Transfiguración no sirvió, no sirvió porque llegó el viernes santo y Jesús quedó solo; pero Jesús les regala esta teofanía a sus discípulos predilectos para que ellos cuando llegara el momento de la Cruz no tuvieran miedo, y recordaran, como así lo fue, ese momento de Transfiguración.

¿Qué pensarían esos discipulos predilectos cuando luego vieron, solo Juan lo vio, y oyeron que su Maestro había sido masacrado en una cruz; a ese mismo que habían visto destellar el monte Tabor, a quién Moises y Elias le adoraban? ¿Cómo era posible ahora ese momento de dolor? 

Pero Jesús quiso regalarles ese momento de luz, como lo hace con nosotros. Hemos vivido momentos de oscuridad, a veces inevitables y eso forma parte de la vida, forma parte de la vida enfermarse, tener problemas de convivencia, tener limitaciones y precariedades, todo eso forma parte de la vida. 

Lo que el Señor quiere enseñarnos es que en esos momentos Dios está. Por eso la memoria tiene que servirnos para recordar siempre lo bueno, las bendiciones de Dios para nosotros, porque vienen momentos oscuros y difíciles. 

El dolor nos derriba y lo peor es que no estamos preparado para eso, por eso a veces el dolor es catastrófico. Necesitamos escuchar a Jesús que nos invita a levantarnos, a no dejar que el dolor nos aniquile. Es en el dolor cuando más tenemos que abrazar a Cristo, subirnos con El a la Cruz. 

Tengamos siempre buena memoria, memoria de las cosas buenas y de luz, y abramos nuestro corazón al agradecimiento a Dios y a nuestros hermanos. 

¿Qué tenemos que hacer entonces en lo momentos oscuros? En los momentos oscuros confía, no dejes de confiar, Jesús en ti confío, tu eres Dios. No entiendo esto que me pasa, pero en ti confío, Tu lleva mi vida.
Con tu gracia Señor quiero creer en ti, en lo bueno y en lo malo, ¡qué así sea!






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