I DOMINGO DE CUARESMA -Ciclo B-
Domingo 18 / Feb CUARESMA
Marcos 1, 12-15
«Era tentado por Satanás, y los ángeles lo servían»
La primera lectura de hoy nos habla de la Alianza, en todo el antiguo testamento hay muchas alianzas pactadas entre Dios y su pueblo. La más famosa es la del arcoiris con Noé.
La alianza es un pacto, un contrato, como el que se da en el matrimonio cuando los novios se dan el consentimiento y lo símbolizan por los anillos, que en otros muchos países de habla castellana se llaman a esos anillos 'alianza', una alianza de amarse hasta que la muerte los separe.
También en el antiguo testamento hay otras alianzas, como las que selló con Moisés y su pueblo cuando salieron de Egipto y en la que el Señor les pedía rociar con sangre al pueblo después de haber sellado su alianza.
Jesús hará lo mismo, Jesús también sella una alianza en la última cena, Jesús también entrega su sangre, entrega su vida para que tengamos vida en esa alianza nueva y eterna que vamos a realizarla en un momento en este altar.
Es la primera enseñanza de las lecturas de hoy: Dios quiere hacer alianza contigo, quiere darte su sangre; pero una alianza es entre dos, entonces ¿tú qué le das? La Cuaresma es una oportunidad para renovar esa alianza de Cristo con nosotros.
La segunda enseñanza la encontramos en el evangelio de Marcos, no relata las tentaciones tipificadas, otros evangelistas si lo hacen. Marcos solo nos dice que Jesús fue tentado; por lo que a partir de allí podemos deducir que Jesús tuvo más de tres estaciones y no solo en el desierto.
Jesús se dejó tentar, ¿pero por qué lo hizo? Para demostrarnos que era en todo igual a nosotros, que era verdadero hombre. Nosotros no podemos evitar todas las tentaciones, hay algunas que si, y debemos evitarlas.
Si Jesús no hubiese pasado por estás pruebas de la tentación, hubiésemos dicho que Jesús no cometió pecado porque nadie le invitó a cometer pecado. Jesús se dejó tentar y es una prueba más de su infinito amor por nosotros.
En la carta a los Hebreos se dice que Jesús se hizo en todo igual a nosotros, menos en el pecado. Pero San Pablo también dice: «el que no cometió pecado, se hizo pecado», es decir cargó sobre su espalda con nuestros pecados. Cuándo subió a la Cruz, el era inmaculado desde su piel hasta adentro, pero desde su piel para fuera iba revestido con todos los pecados de la humanidad.
Jesús se deja tentar y cargó con nuestros pecados.
Este evangelio también nos relata lo referente a la "conversión". Convertirse significa cambiar de estado, por ejemplo el agua se convierte en hielo; sigue siendo H²O pero ahora es de forma cristalina. Convertirse significa volver a algo, volver al bien o también volver al mal. Por ejemplo, uno puede dejar de ser pacífico y convertir en violento.
¿Qué significa esa conversión de la que habla Jesús? Significa volver al origen. A un origen doble, el origen de nuestros primeros padres, cuando en el paraíso antes del pecado vivían en intimidad con Dios, en confianza, en obediencia hasta que fueron tentado.
Convertirse significa volver a esa confianza en Dios. !Es tan necesaria hoy la confianza! Los enfermos graves, sus familiares qué no saben que va pasar con su enfermo, los que no tienen trabajo, los que tienen que huir de su patria, los que ven como se desmorona la democracia en sus países, tantos que asisten al terrible espectáculo de la degeneración de sus hijos, de sus familias.
Nos sentimos tan solo, pero tenemos que convertirnos, tenemos que volver a la confíanza en Dios, tenemos que decirle: Señor, yo confío en Ti.
Y también tenemos que volver a la obediencia primera, a creer que si algo es malo porque Dios nos lo ha dicho, es malo de verdad; que no podemos cambiar el sentido moral de las cosas en función de nuestros caprichos, de nuestros intereses porque eso nos hace daño. No podemos adaptar la ley moral natural, la que Dios ha establecido, a los intereses del mundo. Antes del pecado, en el Paraíso se vivía en confianza y obediencia.
Hacia la nueva creación que comienza con la Nueva Eva (María) y con el Nuevo Adán (Cristo) es necesario que empecemos a contemplar, y eso también es la conversión: mirar a Cristo y sus misterios, desde su Encarnación hasta su Muerte y Resurrección. Contemplar y agradecer.
Por lo tanto, Cristo se deja tentar; y se deja tentar por amor a nosotros. Pero nosotros tenemos que huir de la tentación, porque el que evita la tentación evita el pecado. Y aquellas tentaciones que no podemos evitar, ante esas tentaciones revestirnos de la Gracia de Dios para vencerlas.
Confianza, obediencia a Dios. Contemplación, oración, agradecimiento. Son los pasos necesarios para la conversión.
Si en está Cuaresma pudiéramos hacer estas cuatro cosas: 1.Confianza;
2.Obediencia; 3.Oración/Contemplación de Cristo; y 4.Agradecimiento; seguramente sería la mejor Cuaresma de nuestras vidas.
¡Qué asi sea!