III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO -B-
Domingo / 21 Ene
Mc 1, 14-20
«Conviertanse y crean en el Evangelio»
Estamos viviendo una situación difícil y dramática en la Iglesia, y en la sociedad toda. Hemos dejado de lado lo que es primordial y fundamental.
Por ejemplo la mayoría de los católicos hemos dejado de lado la Eucaristía del Domingo y la Confesión. Hemos dejado de lado la evangelización, hemos dejado la atención pastoral urgente, hemos dejado de creer en la Vida Eterna, empezando por los curas.
El pueblo está necesitado de Dios y ahora más que nunca. No estamos oyendo al pueblo que clama a Dios cuando pide felicidad, aunque no sabe a veces lo que pide, pero tiene ese anhelo, y eso anhelo es el deseo profundo de la Vida Eterna. Y hay Vida Eterna, pasa que fallamos en la Esperanza, porque ahora es lo primero que se pierde.
Pero no solamente los sacerdotes, también los laicos tienen un papel que asumir dentro de la Iglesia. También los laicos tienen que recuperar la fe en la Vida Eterna.
A los hijos tienes que preparalos para la Vida Eterna, para la santidad. Lo más importante no es que sea ingeniero y que gane dinero, lo más importante es que sea santo, porque el santo es feliz, porque el santo tiene esperanza.
¿Oras? ¿Tienes fe en la oración? ¿Tus problemas no puedes transformarlo en algo valioso? ¿No puedes unir tu sufrimiento al de Cristo y ofrecerlo a Cristo? Acepta tu sufrimiento.
Cada vez que el sacerdote pone la gota de agua en el cáliz que contiene el vino, ¿saben que significa? Representa el agua que salió mezclada con la sangre cuando el soldado le clavó la lanza en el Golgota.
Representa tu sufrimiento, ofrecelo por tu hijo, por tu marido, por tu patria. Tenemos en las manos un tesoro y no lo sabemos. Ofrecer significa aceptar, acepto este sufrimiento Señor, este problema, esta angustia, este miedo, esta separación, la acepto por amor a ti y unido a ti.
Quiero ser esa gota de agua, cada vez que el sacerdote ponga la gota de agua pon tu la tuya.
También tenemos que dar testimonio, padres tienen que dar testimonio a sus hijos en formación, porque los hijos siempre copian y a veces copian lo malo.
Por último la palabra, pero para eso se necesita formación. No puedes esperar soluciones mágicas. Tu tienes que orar, tu tienes que ofrecer tu sufrimiento, tu tienes que formarte.
El evangelio nos relata hoy la inmediatez que tuvieron aquellos discípulos en dejar las redes, dejar lo que estaban haciendo y dejar todo lo que tenían en la vida para seguir a Jesús.
Simón y Andrés; Santiago y Juan, nunca imaginaron que ese encuentro con Jesús iba a cambiar radicalmente sus vidas, hasta sus oficios cambian, ya no pescaran más peces, ahora salvarán almas, pescaran hombres. Dejen un oficio material y se dedican a un oficio espiritual.
Sus vidas terrenas se unen al misterio pascual del Cordero que quita el pecado del mundo, y que los condujo a la felicidad de la bienaventuranza eterna.
Esa inmediatez de esos discípulos nos tiene que llevar a la pregunta: ¿qué vieron en Jesús? ¿qué experimentaron en sus corazones? ¿qué escucharon en sus almas para que hayan procedido a responder con inmediatez?
Estos pescadores vieron en Jesús, no al solamente hombre, vieron al Hijo del Eterno Padre encarnado, personificado y esto fue lo que propició esa inmediatez. Por ese dejan su barca y se embarcan en la Barca que nos lleva al cielo, la Iglesia.
Hoy también Jesús nos invita a seguirle, en el cumplimiento de la ley nueva del amor, a seguirle con la cruz a cuesta camino al Calvario, a seguirle en la imitación de la humildad y mansedumbre de su Sagrado Corazón.
En el año 2019 el Papa Francisco decretó que todos los domingos terceros del tiempo ordinario se celebre el Domingo de la Palabra, para dar centralidad en nuestra fe a la Sagrada Escritura.
Se celebra también en el marco de la semana de oración por la unidad de la cristianos, porque no hay nada más común entre los cristianos que la Sagrada Escritura.
Es un domingo para impulsarnos a leer, a estudiar, a escrutar la Sagrada Escritura.
En este domingo de la Sagrada Escritura, Jesús nos invita a convertirnos y a creer en el Evangelio.
Esa es la vida del cristiano, ese es el día a día del cristiano, una constante conversión, una constante escucha del Evangelio de Jesús.
No puede haber vida cristiana sin esos propósitos diarios: convertirme y creer en el Evangelio que me da vida nueva, Vida en abundancia.
Qué así sea.