Domingo XXXIII -Tiempo Ordinario-A

Domingo 19/Nov

Lc 25, 14-30

«Como has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu Señor»

En estos últimos domingo del tiempo ordinario la Iglesia quiere colocarnos frente a ese mandamiento primordial para lo cristianos que nos exige amar a Dios, a poner a Dios de primero en nuestras vidas.

Las lecturas primera y tercera exhortan al trabajo y a hacer fructificar los dones del Señor. La segunda lectura nos anima a estar vigilantes y a vivir con sobriedad, para esperar siempre la venida del Señor. La Iglesia quiere fijar nuestra mirada de creyentes en el «Día del Señor», el día del retorno definitivo de Cristo, al final de la historia y de los tiempos, para coronar su obra de salvación (Ef 1,10). No podemos, no debemos, prepararnos para la eternidad, relegando temerariamente esa preparación para el último instante de nuestra existencia terrena.

Amar a Dios, que es mucho más que temerle o respetarle. Los cristianos de hoy en día ni temen ni aman a Dios, hemos pasado de un extremo a otro, sin equilibrio.

¿Y dónde está el equilibrio? En el hecho de reconocer que Dios tiene derecho sobre mi y yo tengo deberes para con El que es mi Creador y Padre. 

Los deberes para con Dios ya no sé predican. La parábola del evangelio de hoy nos dice que aquel que nos ha dado talentos, tiene el derecho de reclamar los frutos de esos talentos.

 Dios ha puesto unos dones en nuestros  corazones para que cumplamos con la misión que nos corresponda en la vida. Así por ejemplo a los padres les ha dado unos talentos correspondiente con su misión de paternidad o maternidad; a los sacerdotes unos dones correspondiente con su ministerio, a los consagrados, a los misioneros, a los catequistas. A todos, incluso a los que ejercen su labor profesional, a los médicos, maestros, obreros, etcétera. 

Y al negligente de la parábola que le reprocha al amo de los talentos su modo de actuar y en eso justifica su pereza, que le dice "tuve miedo de ti"; ese representa a los que no tienen fe, a los que no respetan los derechos de Dios. Los hombres y mujeres de fe saben que a Dios tienen que ponerle en el primer lugar, y a Dios tienen y tendrán que rendirle cuentas.

Habrá momentos en el que yo no entienda los planes de Dios, pero no por eso puedo tratar a Dios como un cualquiera. No puedo tratarlo como a un tercero, no puedo dar mi aporte al Señor, en la colecta del domingo por ejemplo, como si estuviera tratando a Dios como un indigente de la calle, y ojo el indigente también merece respeto. 

Cuando no comprendas los planes de Dios, fiate de Dios y ponte a su servicio como lo hizo María: «He aquí la esclava del Señor». María comprendía que aquel que le pedía permiso para encarnarse en su vientre no era un cualquiera; era el mismo Dios Todopoderoso. Ella dijo si, sin poner excusas, ¿Cuántas excusas le pones tu a Dios?

En segundo lugar, los talentos que Dios nos ha dado tienen que dar frutos. «Desgraciados los hombres que, por inconsciencia o irresponsabilidad, habrán de presentarse ante Dios con las manos vacías», decía San Agustín. Con nuestros talentos, siendo fieles a la justicia, respetando el derecho natural, respetando a la familia, ejercitándonos en las obras de misericordia, podemos hacer cada día visibles el Reino de Cristo en este mundo. 

Hermanos, no basta que no hagamos el mal; para tener buena conciencia debemos hacer el mayor bien posible, para eso Dios nos ha dado sus talentos, para que con ellos hagamos que venga el Reino de Dios. 

Examina tus dones, dale gracias a Dios por ellos y pídele la gracia de que den frutos que puedas entregárselo al Señor, porque te los ha dado para que puedas construir un mundo más humano, más de hermano, un mundo basado en el amor, en el respeto, en la justicia. No basado en el odio, en el rencor  y en la violencia. 

Utiliza tus dones, no los escondas,  porque el Señor tiene derecho a percibirlos, y de esa manera como miembros que somos de la Iglesia siendo justos, dando misericordia y ofreciendo el perdón, siendo luz en medio de las tinieblas, podemos ayudar  a que este mundo se parezca cada vez más al Reino que Cristo nos ha traído. 

Que el Señor pueda contar contigo.- Dios te bendiga.



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