TERESA DE JESÚS

Con Dios nada falta
Hay dos santas que me van a esperar en el cielo cuando San Pedro me deje entrar, una es santa Rita de Cascia, gran mujer conocedora de todos los estados de la vida: esposa, madre, viuda y monja. La otra santa es una mujer extraordinaria en su vida, en su mensaje, en sus letras, en sus visiones de la vida tan adelantada en el tiempo, la celebramos hoy: Teresa de Ávila, Teresa de Jesús. 

¿Cómo llegué a encontrarme con el testimonio de esta santa mujer? Por una frase que siendo un adolescente una vez leí que decía: SOLO DIOS BASTA. No sabía quién lo había dicho, pero mi curiosidad me llevo hasta su autora: Teresa, la de Ávila. 

Han sido más de treinta años de encuentros con esta ejemplaridad cristiana, tanto que hasta unas tres veces he ido a su ciudad natal, Ávila; no porque lo haya planificado, ni siquiera pretendido. Sino por mucha condescendencia de Dios para conmigo. 

Ese "Solo Dios basta" de Teresa fue su grito existencial, nació de un alma que encuentra la conversión después de estar 20 años en un convento de monjas. ¿20 años en un convento y aún no se había convertido? Pareciera nada verosímil pero es así. 
Teresa llegó a convertirse en los muros de aquel convento, o mejor dicho es allí donde se realizó el STOP de su existencia, el grito que le decía: ¡Para! Estoy Aquí. 

Huérfana de niña, enferma con enfermedades graves, la más grave a los 24 años ya siendo monja. En la que casi la entierran viva pero gracias a la negativa de su padre de no permitir el sepelio y posponerlo por un día, Teresa respiró y abrió sus ojos. ¡Milagro! No, no ha había resucitado, había despertado del coma. Pero el milagro vendrá después. 

El gran milagro fue su conversión casi 20 años después de ese acontecimiento. Vuelve al convento casi paralítica, en el que tuvo una recuperación de su movilidad tres años después. Vive una vida normal de monja de su tiempo. 
En aquel gran convento que albergaba a más de 120 mujeres enclaustradas  por muchas razones, no todas por vocación; si muchas por no querer asumir la pesada  cruz del estado conyugal que para aquel entonces era insoportable. 

Un día en el transcurrir de sus días conventuales, ya casi para cumplir los 40 años, Teresa tiene un encuentro con Jesucristo. Contemplando una imagen de un Cristo llagado y doloroso tiene un movimiento en su alma que la hace entrar en un proceso de crisis que la lleva a relanzar su vida, en la que empieza a preguntarle a Jesús: "¿Qué mandáis hacer de mi?" Empieza a ser Teresa de Jesús.

No creamos que su conversión se reduce a la sola contemplación de esa imagen de Cristo. No. Su conversión fue un proceso; un largo proceso. Su adicción a la lectura (tuvo el privilegio de saber leer y escribir) cosa rara para las mujeres de entonces. Pero ella manejaba con destreza la lectura y la escritura. Y no fue por eso que fue declarada en el siglo pasado Doctora de la Iglesia. Pero sin ese saber hubiese sido imposible. 

Leyendo libros de místicos y teólogos de su época, incluso muchos condenados por la Inquisición, se topó con el gran converso de los siglos, el gran Agustín de Hipona. Cayó en sus manos el libro de "Las Confesiones" del santo de Hipona y con esa lectura su vida comenzó a dar el giro que ni ella misma se esperaba. ¡Bendita lectura.! 

También San Ignacio de Loyola empezó su conversión leyendo vidas de santos. ¡Tenemos que llenar la internet de vidas de santos, de lecturas y videos edificantes y santificantes!

Su pasión por la lectura y la escritura le sirvió para que su conversión nos llegara hasta hoy. Se convirtió en una gran poeta mística de alta categoría. Lastima que no existen premios Nobeles de Literatura postmorten, Teresa sería la primera mujer en tenerlo. A pesar de eso, ya con el doctorado concedido por el Papa Pablo VI en 197O, nos basta. 

Así como nos basta solo Dios, para que nada nos turbe el ánimo, nada espante nuestra esperanza porque todo pasa, el mal no se queda, ni la enfermedad ni la muerte es para siempre, el dolor no tiene la última palabra. ¡Grande Teresa! De entre todas las otras Teresas santas, me gusta llamar a esta "Teresa, la Magna".

Hoy solo quiero dar gracias a Dios por esta gran mujer. En este año de mi convalecencia he visto dos veces la serie que la televisión española produjo sobre su vida. Confieso que de una década para acá la veo como especie de novena antes de esta fecha, pero este año lo hice dos veces. 

Aprovechando el tiempo antes de que se acabe el reposo, esta última vez la ví desde la ventana de la enfermedad, pero viendo en Teresa el modelo para que esto no pueda aplastarme, porque Jesús está conmigo, porque en El solo confío, porque Solo Dios basta, porque El no se va, El no pasa, El no se muda y me regala la paciencia que todo lo alcanza. 
¡Quién a Dios tiene nada le falta!

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